Tramando un plan.

325 57 3
                                    

El ser humano nace, crece, se reproduce y muere. Todos somos iguales. No importa el color, el idioma, ni la raza. Todos somos creados para un mismo propósito. Reproducirnos.
Pero como en todos los rebaños hay ovejas negras. Una oveja que se sale de la piara, que destaca entre todas las demás, que no sigue órdenes, que no cumple las normas, que no está hecha para correr dentro de una gran rueda, sino que la rompe.
Todos nacemos con la luz y la oscuridad en nuestro interior. Somos nosotros quienes decidimos a lo largo de nuestra vida qué parte potenciar.
Yo elegí la mía hace tiempo. No voy a excusarme en que ya sufría abusos, que tenía una baja autoestima, que no tenía referentes familiares y bla, bla, bla. Simplemente la oscuridad me llamaba y yo, me sentía bien sumida en ella.

" Me escondo en el baño de las chicas. El colegio a esta hora está desierto y sé que nadie vendrá en un buen rato.

-Anastasia, maldita pobretona. Ven aquí.
Wendy, de segundo me odia desde que llegué y me ha convertido en el objeto de sus burlas y cada vez que puede me pega. Se oyen los pasos de ella y sus amigas y de pronto se hace el silencio. Me quedo muy quieta, esperando, oyendo tras la puerta, pero nada. Se han ido.
Salgo muy sigilosa con el corazón acelerado y cuando creo que ya me he salvado siento un fuerte dolor en la cabeza y caigo de espaldas al suelo.
Wendy está detrás de mí con un puñado de cabellos míos en la mano.

-Maldita estúpida, crees que no te iba a encontrar.
Sus amigas: Laura y Natalia me rodean y empiezan a darme patadas. Wendy se ríe a carcajadas mientras mira.
Me revuelvo en el suelo y me pongo de pie como puedo.

-No puedo verte la cara de tonta que tienes, Anastasia. La próxima vez no corras, ya sabes que te encontraré -dice con maldad.
Saco la pistola de mi bolsillo y las apunto dejándolas con los ojos muy abiertos y asustadas.

-No, Wendy, he sido yo quién se ha dejado encontrar -digo con una sonrisa triunfante y ella da un paso hacia mí pero empuño más el arma que he encontrado en el cajón del viejo borracho.
Giro mi mochila y saco de ella un paquete de cerillas.

- ¿Qué vas a hacer? -dicen asustadas.
Sonrío más al ver el miedo en sus ojos y una paz interior me recorre el pecho.

-Mandaros al infierno de donde pertenecéis. -Rasco la cerilla prendiendo la mecha y la tiro en la papelera que rápidamente echa a arder.
Ellas gritan, y yo río sin piedad.
Cierro la puerta y la llave que he robado de conserjería y sonrío mientras salgo del colegio.

En aquel tiempo yo era muy melodramática y ponía mucho realismo en mis hazañas. Desgraciadamente sobrevivieron, pudieron sacarlas a tiempo. Pero jamás contaron quién fue, desde entonces huían de mí como tres ratas asustadas.
Nunca he dejado que el miedo me detenga, si bien es verdad que por mi situación he tenido que agachar la cabeza siempre me he defendido de lo que han querido hacerme daño.
Jack fue otra víctima de eso.
Hoy me siento una nueva mujer. Una mujer más fuerte e incapaz de volver a permitir que me sigan pisoteando.
La entrada a las oficinas del Zafire está tan abarrotada como siempre.
Acaricio el cuero del asiento y me giro para contemplar a Christian que está muy entretenido mirando Twitter en el móvil.

-El Arsenal ha sido descalificado de la Champions -dice Christian inclinándose hacia los asientos de delante y ambos hombres vuelven la cabeza -. Te lo dije, Taylor, no valen una mierda -dice enfurruñado guardándose el móvil y Sawyer se ríe.

-Me debéis dos de cien -dice Sawyer con una amplia sonrisa y vuelve a mirar al frente.

-Qué cabronazo -murmura Taylor con ese acento ruso suyo tan ronco.
Christian se saca de su cartera un billete y se lo tiende.
El coche se detiene y las bromas se acaban al instante.
Andamos hasta las puertas del edificio que ya están decoradas de Navidad con unas enormes guirnaldas en la puerta y a ambos lados dos adornos dorados.
Ni siquiera me había dado cuenta que ya es navidad. Una enorme sombra se cierne sobre mi mente. Miro a un lado, un hombre vestido con un traje negro hace trucos de magia y la gente le aplaude. Me cuesta un poco reconocerle, ya no lleva barba, ni parece tan desaliñado, su chucho está limpio y cuando sus ojos grises se conectan con los míos sonríe.
Anda hacia mí sin perder la sonrisa y cuando le tengo enfrente se quita el sombrero lo levanta en el aire y le da unos golpecitos pero no sale nada.
Sonrío.
Mira dentro, mete la mano y saca un pequeño copo de nieve hecho de origami. Me lo tiende y cuando lo voy a coger el mago mueve la mano hacia arriba y el copo estalla en miles de trocitos de papel.
Miro hacia arriba viendo cómo caen y sonrío.

Loba rojaWhere stories live. Discover now