Comida amarga

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La mañana pasa con un flujo de trabajo incesante. Apenas me tomo un descanso para tomarme un té que me trae Sawyer.

A mediodía, Christian entra en mi oficina con la mayor de las sonrisas y el estómago se me contrae cortándome la respiración a medida que se acerca más a mi mesa.
- ¿Como llevas la mañana, cielo? -dice y se inclina y me besa la mejilla con cariño y la sensación me hace encoger los dedos de los pie.

-Bien -me limito a decir y me quedo mirándole embobada desde abajo. Sonríe y me acaricia la mejilla con mucha ternura-. ¿Qué haces aquí? -pregunto.

-Tenemos una comida dentro de treinta minutos y debemos salir en breve. ¿Estás lista?
Frunzo el ceño.

- ¿Tengo que ir?
Asiente con firmeza dejándose caer en mi mesa y se mete las manos en los bolsillos del pantalón tensando la tela haciendo notar su miembro. Miro rápidamente hacia sus ojos y una sonrisa de picardía baila en sus labios.
Qué tuno, lo ha hecho adrede.

-Sí. Vamos a comer con un socio.

-Tengo trabajo, Christian. -Me pone mala cara.

-Sí, esto es un almuerzo de trabajo, Ana.
Me giro en mi silla para mirarle mejor.

-Ese no es mi trabajo, Christian.
Suspira.

-De ahora en adelante sí lo es. -Pongo los ojos en blanco-. Quiero que te involucres en las cosas importantes de la empresa. No quiero que te aísles y te estanques en finanzas. Elena jamás te dejará ascender -dice con una mirada afilada.

-Ah, pues qué bien, ¿no? -digo con asco.

-Ana, hasta ahora su trabajo ha sido impecable, y eso me permite tener más tiempo a mí. Pero si tú quieres, podemos buscar otra persona para el puesto.
Bufo.

-No lo hagas por mí. Puedo apañármelas. Si veo que ella de verdad es así, pues buscaré otro trabajo donde si me valoren.
Aprieta los labios con furia.

-No pienso discutir por eso. Quieres cabrearme y déjame que te advierta que no te va a gustar cuando lo consigas. Deja de ser tan irracional y mueve el culo de la silla. Ahora.

- ¿Pero quién te crees que eres? -siseo y él me levanta del codo sin ningún esfuerzo.
Me aprieta el culo y rodea mi garganta pegándome a él.

-Un energúmeno que va follarte hasta hacerte entrar en razón como no empieces a obedecer, cielo mío.

El Hélène Darroze, es un precioso restaurante en el centro de Londres. Yo jamás había estado en un restaurante así, comer aquí es de esos lujos que no me hubiese podido permitir en la vida pero que ahora es una pequeña minucia en mi extensa cuenta corriente.
El metre nos conduce hasta un reservado frente a una cristalera, una bonita mesa decorada con tonos crudos y un precioso centro de flores preside la mesa. Ya nos esperan, tres hombres elegantemente vestidos de traje y los tres a la misma vez se ponen de pie para saludarnos amables cuando llegamos.

-Me alegro de verte Christian -dice uno de ellos, el más mayor, con un ronco acento ruso.
Tendrá unos cincuenta años, el pelo le blanquea y sus arrugas son ya más acentuadas.

-Igualmente, Patrick -le dice Christian estrechando su mano.

-Tienes buen aspecto -le dice otro de ellos más joven dándole una palmada en el hombro -. La vida te trata bien amigo.
Christian sonríe con frialdad y asiente y le estrecha la mano que le ofrece.

-No me quejo, Roger -simplifica.
Él le mira con una sonrisa que enseguida se desvía hacia mí. Es guapo, con unos ojos alegres de color marrón y el pelo rubio.

-Que modesto has sido siempre, viejo amigo -le dice otro de ellos y le ofrece su mano amable haciendo a un lado al otro hombre que aún sigue mirándome embobado.

Loba rojaWhere stories live. Discover now