Su prometida.

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Acaricio distraída la suave seda de mi vestido de noche negro de Valentino.
Un bonito diseño de manga corta, entallado hasta el muslo donde se despliega un precioso abanico de plumas negras con toques brillantes que bordean todo el dobladillo.
Desato el nudo de mi bata de satén de color morado y dejo que caiga con suavidad por mis hombros quedándome solo en ropa interior de terciopelo de color negro y tacones de terciopelo negro. Su mano no tarda en posarse en mis caderas rodeándome y pegándome a su pecho.
-Sabía que estabas cerca -digo bajito.
Me rodea con su otra mano donde porta dos finas copas de champán y me pasa una.

-Por ti, cielo -dice con esa voz suya tan sensual y me besa el hombro.
Respiro hondo, tensa. Choca con suavidad su copa con la mía y sin apenas darme cuenta trago el líquido burbujeante y él cambia su copa casi llena por la mía vacía.

- ¿Te gusta? -dice refiriéndose al vestido que me ha regalado.

-Es precioso -asiento.
Giro la cabeza para mirarle. Está guapísimo con la barba de nuevo más corta y el pelo perfectamente domado a un lado y su esmoquin.

-Tú eres preciosa.
Suspiro y vuelvo a beber, esta vez con más moderación.

-Es difícil no estarlo cuando te pasas la tarde dejando que te mimen en un salón de belleza.
Sonríe burlón y se inclina para besarme castamente los labios. Vuelvo a girar la cabeza mirando al frente.

-La modestia te sienta bien. Aunque sea fingida. -Sonrío con malicia a mi nuevo vestido y lo descuelgo de su percha-. ¿Te ayudo con la cremallera?
Asiento por inercia y él sonríe complacido.
Me pongo el vestido por la cabeza y dejo que caiga como una nube negra por mi cuerpo. Me hago a un lado el pelo lleno de bonitas hondas y Christian sube sin demora la cremallera entallándome la tela desde el coxis hasta el cuello.
Pone las manos en mis hombros y me gira lentamente hasta quedar frente a él.
Me mira de arriba abajo metiéndose las manos en los bolsillos y sonríe con admiración.

-Estás sensacional -sonríe con satisfacción-. Y creo que esto te hará ver tal y como eres; inalcanzable.
Se saca la mano del bolsillo desvelando un precioso y reluciente collar de diamantes que me deja sin respiración. Deja mi copa en el tocador y me pone el collar alrededor del cuello que se adapta como un guante.

-Vaya... -susurro. Sonríe y saca de su otro bolsillo una pulsera a juego y de su chaqueta unos pendientes. Los diamantes brillan bajo los focos del vestidor y de mi tocador-. Madre mía -digo en voz baja y él sonríe mientras me pone el resto de joyas con sumo cuidado.

-Esta noche, cuando asistíamos a la fiesta, todo el mundo te mirará. Porque es inevitable no mirarte, Ana. Despiertas mucho interés en hombres y mujeres. -Respiro hondo -. Quiero que cuando te miren vean lo que ninguna de ellas tiene para ser tú y lo que ninguno de ellos posee para poder tenerte.
Me rodea la cintura y me acaricia la mejilla con cariño.

- ¿Y si los pierdo?
Se inclina y me besa la frente.

-No te preocupes por eso. Estás precios -dice y me vuelve a besar la frente dejando su boca contra mi piel unos segundos-. ¿Te gustan?
Asiento varias veces.

-Siempre. Me regalas joyas preciosas -digo en voz baja incapaz de dejar de mirar los diamantes perfectamente unidos de mi pulsera.

-Te regalaré más -dice y yo me quedo mirándole unos segundos y asiento relajada.
Me encantan las joyas que me regala, y por supuesto me encanta llevarlas. Y él puede permitírselas, asique sí, que me regale todas las que quiera.

Al fondo de la calle, está el Rosewood, iluminado con una bonita decoración de Navidad.
Taylor se posiciona en la puerta, al pie de una alfombra roja, y a un lado hay una pequeña conglomeración de periodistas.
El corazón me empieza a latir muy rápido y miro a Christian con el terror dibujado en la cara. Y este coge mi mano y la aprieta con suavidad.

Loba rojaWhere stories live. Discover now