Le hecho de menos.

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Llegar a casa sin él es como una tortura, pero me olvido momentáneamente cuando
Hela salta sobre mí ladrando y moviendo el rabo frenéticamente.
Me río y la acaricio mucho.

-Yo también me alegro de verte, preciosa -le digo y ella me ladra y salta a mi alrededor.
Entro en casa donde el calor de la chimenea reina en la estancia y el rico olor a comida impregna el ambiente.
Voy hacia la cocina donde Susana remueve algo en el fogón y yo me acerco por detrás con sigilo y me asomo por encima de su hombro. Ella se gira y me mira.

-Buenas noches, señora. Estoy haciendo salsa boloñesa, pero si no le gusta se puede congelar y le hago...

-Está genial, Susana, además huele de maravilla -digo alejándome hacia la nevera y saco una botella de vino blanco.

-Yo le sirvo.
Niego.

-Yo lo hago, gracias, sigue a lo tuyo.
Si no me provocan, la gente para mí es indiferente, incluso a veces podía ser hasta una buena persona.
Me siento tras la barra con mi copa de vino y echo un vistazo a mi móvil sin notificaciones por enésima vez.

-Señora... He visto el ingreso que ha hecho en la cuenta de mi hijo -dice Susana con voz titubeante -. No sé cómo agradecérselo.
Hago un ademán con la mano quitándole importancia.

-Te dije que no teníamos porque ser enemigas. Yo no tengo nada contra ti, si las cosas siguen como hasta ahora cada una hará su vida -digo con frialdad y ella asiente varias veces -. Entonces, no tienes nada que agradecer.

-Discúlpeme por haberme portado con usted de esa manera. Le juro por mi hijo que no volverá a pasar -dice solemne y yo asiento reticente, pero asiento-. ¿Con qué le apetece la pasta, señora? Hay... fetuchini, espaguetis, macarrones...

-Macarrones, por favor -digo y vuelvo a mirar mi móvil pero no tengo nada de él.

La tentación de llamarle es enorme, pero y si le molesto, o le distraigo.
Al final le mando un mensaje.

Gracias por las flores. Son preciosas. Espero que estés bien y vuelvas pronto. Te echo de menos.

Suspiro y dejo el móvil desanimada en la barra del desayuno y me concentro en el canal de noticias que está puesto en la televisión de la cocina. Nada. No puedo.

-Susana, voy a cenar en el salón -digo y me pongo de pie sin esperar que conteste para dirigirme al salón.
Enciendo la tele y saco de mi maletín mi portátil y me pongo a trabajar.
Eso me despeja un rato hasta que Susana me sirve un plato humeante de unos deliciosos macarrones.
Huelen divinamente.

-Vete ya a descansar, Susana. Yo recojo esto.
Ella asiente y rápidamente desaparece por la puerta del servicio.
Vuelvo a desconectarme de todo con el trabajo. Mi maravillosa vía de escape para todo.

El amanecer llega, pero mi desvelo le pilla desprevenido. No he dormido mucho.
Salto de la cama con el primer rayo del alba y salgo a pasear.
Sí, eso me despejará un poco.

Llego a casa empapada, calada hasta los huesos y muerta de frío. Estoy deseando meterme en la ducha, pero cuando entro en casa la voz de Mia llena el salón.

- ¿Cómo que no está? ¿Y quién se cree esa que es para hacer y deshacer a su antojo?-gruñe a Susana y ella baja la mirada avergonzada.

-Lo siento, señorita, pero la señora vive aquí...

-Esa no es señora de esta casa, estúpida -sisea.

-El señor Grey fue tajante al ordenar que ella sí lo era y...
Cierro la puerta con fuerza atrayendo la atención de todos. Grace me mira seria y Mia con odio. Sonrío mentalmente adorando infinitamente a Christian por darme mi lugar en su vida frente a todos.

-Buenos días -saludo entrando en la estancia.

-Buenos días, Ana, hemos venido a ver a mi hijo -dice Grace con sequedad viniendo hacia mí y me da dos besos.

-Está de viaje, señora Grey -digo con el mismo tono y ella asiente.

- ¿Adónde ha ido? -pregunta Mia con su habitual tono petulante.

-Llámale y pregúntale -la atravieso con una mirada feroz y ella hace una mueca de asco.

-Seguramente se haya largado para no verte. Mírate, eres muy poca cosa para él.

-Me ha dejado al mando de su casa, vía libre en la empresa y de su dinero -digo con malicia haciéndola rabiar-. Puede irse cuando quiera.

-Puta cazafortunas. -Hela empieza a gruñir y ella la mira asustada-. Aparta al chucho -dice pero Hela se enfurece más.

-Mia, cállate ya -le regaña su madre-. Nos vamos, Anastasia. No queremos molestar.
Yo me quedo callada dejándole bien claro que estoy de acuerdo. Si vienen a ver a su hijo yo no puedo hacer nada, pero si su hijo no está, a mí, me molestan.

- ¡Está es la casa de Christian, mamá! La única que molesta es ella -dice con coraje pero yo la ignoro y Hela vuelve a ladrarle.

-Adiós, señora Grey -digo fingiendo amabilidad y ella asiente.
Mia sale la última dando un portazo.
Suspiro y voy hacia la chimenea.

-Susana, ¿puedes traerme a mi habitación un café y unos analgésicos?

-Ahora mismo, señora.

Termino de arreglarme. Llevo unos vaqueros azul marino entallados y una americana con detalles dorados en las hombreras y en la hilera de botones grandes de color dorados. Elijo mis Louis Vuitton de purpurina dorada.
Sonrío mirándome al espejo y muevo un poco el pie para que brillen con la luz de los focos.
Me retoco el pelo liso y me finalizo mi suave maquillaje con pintalabios nude.
Sawyer y Diesel y el chico nuevo ya me esperan en la puerta cuando salgo al salón.
Hela viene a mi lado en todo momento y cuando llego a la puerta me agacho para despedirla.

-Te echaré de menos, pequeña. -Me inclino y le beso la cabeza.

Sawyer baja la rampa del parking del Zafire. Hace mucho frío para que me dé el paseíllo.
Aparca en mi plaza y Diesel se baja para abrirme la puerta. Elena aparca varia plazas más allá y me sonríe con malicia.
La ignoro y voy hacia el ascensor.

-Señora, ¿quiere que le traiga su desayuno? -dice Diesel solícito.

-Sí, por favor.
Me cruzo con huevo Kínder de camino al ascensor.

-Buenos días, Anastasia.

-Buenos días.

- ¿Mi chico preferido aún no vuelve de su viaje? -dice con burla haciéndome reír.

-Aparte de ser tu jefe no es nada tuyo. No seas tan zo...descarada que con esa barriga no das muy buena impresión -digo con asco mientras ando hacia el ascensor privado de Christian y Sawyer mantiene la puerta abierta para mí.
No la miro, pero sé que se ha quedado petrificada en el suelo. La sonrisa que intenta ocultar Sawyer lo confirma.
Marco el número de la planta de Christian y el ascensor sube rápidamente.

-Hoy me quedaré en la oficina de Christian, Sawyer. -Mi fiel protector asiente con su habitual seriedad.

-A él le va a gustar saberlo, señora -dice sacándome una sonrisa.
Lo sé.

Loba rojaWhere stories live. Discover now