Capítulo 18: Camiseta lima

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— Buenas, oficiales. ¿Necesitan algo? —la voz del gran hombre salió suavemente pero su tono era amenazante. La postura de los policías no titubeó ante la frialdad que brillaba en los ojos negros de Kim KiBum. Hasta llegué a admirar su valentía.

— ¡KiBum! —entoné yo, mostrando mi obvia alegría ante la aparición de este cuarto personaje—. Madre mía, debo haberme entretenido demasiado hablando con estos caballeros, ¿has esperado mucho?

No recibí una respuesta verbal del hombre. Ya a mi lado, acarició mi mejilla con la parte externa de su dedo índice y alejó su mirada de los policías para dedicarme toda su atención. Aunque su expresión no había cambiado en ningún segundo, el aire amenazador que le rodeaba se volvió un cariño cálido. Ese par de fríos ojos negros me regalaba un amor tan puro que parecía incapaz de pertenecer a aquel hombre.

Yo no podía hacer otra cosa que sonreír. Aliviado por su presencia, amando su caricia y, por primera vez en aquellos últimos minutos, sintiéndome protegido. Notaba las miradas curiosas y preocupadas de los dos oficiales presentes, no obstante, parecía ser que KiBum no. O simplemente, ni le importaba.

Su cuerpo se acercó al mío lo suficiente para que nuestros labios sintieran una suave presión. Un saludo atrevido de dos amantes, puede que incluso demasiado para una pareja heterosexual coreana, había sido un movimiento casual entre nosotros. La cercanía que desprendíamos era mucho más que la de unos amantes y JinKi lo había notado.

— Buenas, señor Kim —saludó el teniente, agradable, encantador, perfecto—. Sólo queríamos hablar con el señor Choi un momento.

— Pero ya hemos acabado —aseguré yo, que no debería haberme hecho esperanzas.

— En realidad... —intervino JinKi—. Me gustaría hablar un poco más con ambos.

Aquel hombre era un ave rapaz, veía a las presas a metros de distancia. La imagen que formábamos KiBum y yo le debía parecer hasta cómica: yo, con mis vaqueros azul marino, camiseta blanca y una sudadera gris de cremallera, cómodo y básico; el gran Key con su camiseta lima, estridente, pantalones de marca y horribles zapatillas deportivas Balenciaga, sacrificando pasar algo de frío por la moda. Éramos como esas parejas cómicas de las series que no se parecen en nada y, aún así, había un sentimiento claro entre nosotros, una especie de comprensión y lealtad.

JinKi era un especialista en capturar mafiosos, seguramente había conocido a decenas de ellos y había aprendido a leerlos. KiBum y yo le habíamos llamado la atención porque nuestro lenguaje no verbal era diferente que los de otros jefes mafiosos y sus parejas. Yo no perseguía al jefe, no iba detrás de él intentando recordarle que estaba ahí para recibir su regalos y, sobretodo, KiBum no parecía actuar como un jefe conmigo, me trataba como un igual y, sorprendentemente, confiaba en mí.

La mente del teniente debía estar analizando cada pequeño pestañeo entre nosotros.

Y, como si JinKi hubiera sido iluminado, su expresión brillo con la cara universal de la comprensión. Sus ojos se posaron en mí y luego en KiBum, varias veces. Parecía haberlo comprendido: yo sabía todo sobre Key y el amor le había ganado la batalla al sentido común. En escasos segundos, el oficial supo que yo no delataría a KiBum y que él haría cualquier cosa para protegerme.

Yo tuve un escalofrío que disimulé. Me sentía expuesto e, incluso con KiBum al lado, la ansiedad se apoderaba de cada maldita célula de mi cuerpo. JinKi tenía esa habilidad, era un gran policía, lo que lo convertía en una peligrosa persona para nosotros dos.

— ¿De qué quería hablar teniente? —interrogó KiBum, deseando acabar con aquel encuentro lo antes posible.

— Señor Kim... señor Choi... —ladeó la cabeza, su sonrisa volviéndose una real y su mirada parecía un escáner—. Creo que no son realmente conscientes de lo peligroso que es donde se están metiendo. La vida de un "empresario" requiere... ciertos sacrificios.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now