Capítulo 4: Césped verde

149 33 7
                                    

La boca de KiBum sabía a whisky.

Después de todo, cuando lo besé acabábamos de beber alcohol. Y, aunque la explicación era totalmente lógica, mi cerebro no paraba de recordarme el sabor de su boca, con precisión quirúrgica. Recordaba cada detalle y cada segundo de aquel beso. KiBum se volvió en una obsesión en algún momento de aquella primera semana.

Establecimos una rutina después de eso. Yo me despertaba, entrenaba en equipo e iba a comer a casa del mafioso más poderoso del país. Entrenaba de vuelta en su casa, haciendo ejercicios y trabajando en su gimnasio privado, hasta que me duchaba y vestía de nuevo ya entrada la tarde. Era entonces cuando él llegaba y repetíamos lo mismo de siempre. Supuestamente debíamos inventar alguna historia o hablar sobre cosas para conocernos y ayudarnos a fingir un papel, pero él siempre vaciaba la sala de gente y terminábamos haciendo lo mismo: nos besábamos.

Era curioso como esperaba siempre aquel momento del día. Él siempre bebía algo, a veces su boca sabía a Martini, otras a algún ron caro y varias no las pude identificar. Mi favorita era cuando sabía a whisky y él lo sabía. KiBum siempre lo sabía todo. Y, por supuesto, sabía que volvería a echarme atrás si intentaba algo más allá. No lo hizo, pero se encargaba de recordarme una y otra vez el poder que ejercía sobre mí.

Yo no soy gay, eso os lo aseguro. Pero KiBum era algo distinto, era un imán y podía atrapar a todos, incluidos los hombres heterosexuales. Te lavaba el cerebro a base de besos húmedos, te hacía adicto a él y su sabor, te volvía incapaz de alejarte. Era un manipulador excepcional y yo lo sabía, pero no era capaz de evitarlo ni quería hacerlo. Y no os confundáis, nuestra atracción era más que nada algo de necesidad física.

Pasaron unos días y ya nos encontrábamos en el ecuador de septiembre. Dos semanas y pico desde que conocía a KiBum y mi simple mundo se había convertido en una especie de drama amoroso de las tardes.

Y había algo que yo no sabía. Que todos respetaran la homosexualidad de KiBum, no significaba que respetaran la supuestamente mía. Para nada.

— ¿Qué tal, chupapollas? —aquel era la joya del Jeonbuk Hyundai Motors Football Club, el único equipo capaz de quitarnos el primer lugar.

Mis compañeros me respetaban, así que o expresaron que les daba igual o simplemente decidieron ignorarme y tener una relación de compañerismo solo en la pista. Digamos que la decisión de un partido amistoso con el otro titán de la liga antes de que esta acabara fue una buena idea, lo fue realmente, ya que permitía saber quién tenía más posibilidades de ganar y aumentaba la expectación de la final. Pero no era tan bueno para mí, porque tenían a Moon JaeIn, el que ahora sabía que era un homófobo de primera a parte del segundo mejor jugador de la liga —mi orgullo me colocaba en primer lugar, muchas gracias—.

Todos los días se aprendía algo nuevo, qué se le va a hacer. No siempre eso es algo agradable.

Su comentario había sido cuando los diferentes equipos se daban las manos entre ellos, previo a comenzar el partido. Varios de su equipo se habían reído, menos mal que mis compañeros habían mantenido la cara de póquer. Suerte la mía de ser el mejor del equipo, si no, hubiera sido linchado hace tiempo.

Y con los pensamientos de la boca de KiBum de sabor a whisky, empezó el partido. Sorprendentemente, me sentía bastante concentrado. Las cámaras, los gritos y el cronómetro me mantenía con la adrenalina por las nubes y, por primera vez, quería ganar a toda costa. Quería demostrarle al mundo que seguía siendo el mismo de siempre. Quería que KiBum estuviera orgulloso de su falso amante.

El partido se retransmitía por la televisión nacional y, pese a ser un amistoso, ganar aquello era importante, significaba que los ánimos en la final serían mejores.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now