Capítulo 8: Ojos azabache

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Según el reloj colgado en la habitación del pánico, pasamos cerca de dos horas allí hasta que JongHyun abrió la puerta. Al hacerlo, se escuchó un bullicio inusual para ser más de medianoche y es que a la escena había acudido la policía, los servicios de emergencia sanitaria y el ejército.

Me contaron, más tarde, que el ejército fue el encargado de entrar en la casa. Ya se encontraban allí cuando se produjo todo el altercado en el despacho, sin embargo, estaban ocupados en el garaje —por donde entraron los asaltantes—porque habían otros tres armados. Luego aparecieron las ambulancias, hubieron diecisiete trabajadores muertos: diez guardias, dos mayordomos y cinco criados. Otros cinco heridos graves y dos leves. Los únicos que sobrevivimos a un ataque directo sin heridas físicas fuimos KiBum y yo.

JongHyun tenía prohibido pasar a la escena del crimen y él se negaba a revelar el código A. El militar al mando y él estuvieron discutiendo hora y media hasta que se decidió que él nos sacaría de la habitación. Pidió que se nos llevara a la otra residencia del jefe, el SM Hotel donde lo conocí por primera vez. JongHyun defendía la situación como un perro con un hueso y logró que no tuviéramos que testificar hasta el día siguiente.

— Ya está, vamos. Estáis a salvo ahora —me comentó a mí cuando me sacaba por la puerta de aquella habitación.

Todos los presentes nos miraban, pero aunque yo sabía que KiBum estaba más afectado que yo, mi inusual tez blanca atraía más la atención. KiBum podía caminar solo, a mí me ayudaba JongHyun por culpa del tobillo. En el segundo que vi los cuerpos de aquellos dos hombres, la sangre y todos los forenses sacando fotografías, me derrumbé.

— ¡MinHo! —fue KiBum, que en seguida intentó parar mi caída. Acabé sentado en el suelo, aterrado, sin poder quitar mis ojos de aquellos hombres.

— Yo maté a uno de ellos —susurré, pero el silencio que se había apoderado del despacho hizo que todos escucharan mis palabras—. Yo... le disparé... Iban a matar a KiBum, yo...

No fui capaz de fijarme en aquel entonces, pero nadie parecía sorprendido con mis palabras. Ahora que lo pienso, los hematomas en el cuello de KiBum —que durante esas dos horas habían comenzado a salir— y el terror que se nos veía a ambos, sobretodo a mí, dejaba claro que no era un asesino. Yo fui una víctima, todos me miraban con lástima. JongHyun se encargaría de arreglar el problema y salvarnos a ambos de los cargos de asesinato, porque ahí donde lo veis, ese hombre había estudiado derecho. Al final, todo se arregló con una fianza.

Los siguientes minutos fueron un borrón en mi memoria. Pidieron una silla de ruedas para mí y nos metieron a ambos en una ambulancia. En el SM Hotel habían aumentado la seguridad, la privada de KiBum y la policía. Ni siquiera sabría decir si quien me llevó a la cama fue KiBum o un mayordomo, la cosa es que ambos dormimos en la cama de él después de que un médico nos diera dos potentes somníferos.

Desperté con la luz del sol del mediodía en la cara. Desventajas de que esa habitación diera al este. Además de que el cuarto estaba vacío, ni rastro del hombre, pero sí de la silla de ruedas.

Como pude, me subí a ella y salí de la habitación. Todo el apartamento estaba plagado de guardias y militares, cada entrada a una habitación custodiada. Yo fingí que no los veía y fui al salón donde el jefe y yo nos conocimos por primera vez. Como si hubiera leído mis pensamientos, allí estaba él. Tumbado, mirando las noticias mientras bebía de un vaso de cristal que parecía tener el whisky que tanto le gustaba.

Acerqué mi silla de ruedas y, con habilidad, logré sentarme sobre el sofá donde también estaba él.

— No deberías beber tan pronto, KiBum —le comenté—. Es mediodía.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now