Capítulo 17: Bandera carmesí

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El pitido que marcaba el final del partido resonó en mis oídos como si fuera música celestial. Había jugado bastantes minutos y mi cuerpo aún no acaba de acostumbrarse al esfuerzo físico y la presión por hacerlo bien. Como era mi gran vuelta, el entrenador había insistido en que participara en las jugadas más importantes, era importante remarcar lo "bien" que me encontraba y que Choi MinHo iba a acabar la temporada.

Habíamos ganado dos a uno y no había sido nada fácil. Era uno de los mejores equipos de la liga y cada gol había costado una verdadera barbaridad. Como nuestros adversarios sabían que la idea era que yo me luciera, me marcaban con una potencia incansable. No tuve la oportunidad de ser el que anotara los goles, sin embargo, fui esencial para neutralizar al mejor par de jugadores contrarios. Fueron mi sombra casi literalmente.

KiBum había llegado unos minutos antes de que iniciara el encuentro. Digamos que era una persona que llamaba la atención. Su pelo rubio y su conjunto informal con una camiseta lima que dañaba a la vista, sus tres guardaespaldas de completo traje negro, su aura poderosa y su entrada orgullosa en la zona VIP. Ni siquiera le había mirado directamente y habían nos separaban unos considerables metros, pero sabía que era él.

Los vítores de la afición volvieron a traer mi atención al presente, gritaban orgullosos mientras cada uno ondeaba la bandera carmesí que representaba a nuestro equipo. No jugábamos en casa y, sin embargo, la cantidad de gente que formaba el mar rojo te hacía pensar que sí. Entre las personas enfundadas en los colores de cada equipo, brillaba ese hombre rubio y mi mirada se enfocó en aquella persona.

KiBum no gritaba, no parecía especialmente emocionado por que ganáramos pero sabía que no me había apartado los ojos de encima durante todo el partido. Yo había desarrollado la habilidad especial de detectar cuando aquel hombre me admiraba. Y él no lo admitiría, pero se le notaba el orgullo típico de una pareja de un deportista de nivel en su pose.

Casualmente, entre toda la emoción típica del final de un encuentro, él levantó la mano mostrándome su palma. A la distancia podía distinguir también una sonrisa, definitivamente no-imaginaria. Yo devolví el gesto cuando caminaba por el césped para irme a los vestuarios. La afición pensó que era un gesto global, yo levantando la mano en señal de gratitud por sus ánimos tras mi regreso.

Más de uno se daría cuenta de que era algo individual cuando yo no aparté la mirada de un único punto de las gradas.

En el vestuario hubo un clima sorprendentemente alegre, parecía que volvía a ser incluido en la familia. Por supuesto, haber ganado había puesto a mis compañeros felices y podía ser simplemente por ello. Me preguntaban por mi rehabilitación, hicieron un par de bromas sobre mi relación y, al ver que me las tomaba bien, se atrevieron a hacer comentarios más burlescos. El entrenador apareció a echar la bronca a un par pero también se le notaba el buen humor.

Cuando todo el equipo ya estaba duchado y vestido, nos esperamos a que dijera algunas palabras de ánimo para los partidos que quedaban. Sin embargo, antes de empezar, se acercó a mí.

— MinHo, la policía está afuera y quieren hablar contigo —su voz estaba teñida de preocupación y las miradas de mis compañeros se volvieron curiosas, pero me juzgaban preguntándose qué habría hecho.

Probablemente, el MinHo de antes de conocer a KiBum se habría quedado en silencio intentando procesar las palabras del hombre delante suya. No sería el primer millonario en meterse en problemas. Sin embargo, yo ya no era aquel hombre de hacía unos meses y tardé un único segundo en reaccionar.

— Dios, lo había olvidado —me puse la mano en la nuca y dirigí mi mirada a la nada antes de volver a hablar a mi entrenador—. Querían preguntarme más cosas sobre el robo fallido.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now