Capítulo 12: Cubiertos plata

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Nueve de octubre. Pese al viento frío que empezaba a apoderarse del país, el sol brilló todo el día, como si se esforzara en no perder el verano que cada vez parecía más distante.

Habían pasado dos semanas y media desde el incidente. KiBum y JongHyun estuvieron ocupados solucionando el problema de seguridad y todo el tema legal. KiBum, además, vendió la casa donde había sido asaltado y se compró un piso impecable en el centro de Seúl, lugar que yo aún no había visitado. Los días pasaban suavemente y de manera rápida, como si hubieran apretado el botón de adelantar una película.

Yo, por mi parte, empecé a recibir tratamiento intensivo para poder recuperarme del tobillo. Los médicos aseguraban que podría jugar los partidos de las últimas dos semanas. Por si aquello no me absorbiera suficiente tiempo, todos los afectados en el ataque empezaron a recibir sesiones con el psicólogo, incluyéndome.

Pero no os quiero aburrir con detalles. Debéis recordar que el nueve de octubre fue un buen día: yo recibí el alta psicológica y física, podría jugar el siguiente partido que tendría lugar en dos días. Sin embargo, los eventos del nueve de octubre no fueron solo importantes para mí: esa misma mañana, mi padre dejó su cargo en la política.

El día anterior JongHyun había estado preparando todo el espectáculo. Mi padre saliendo a correr por la mañana, como hacía siempre, se cruzó con un hombre borracho de la noche anterior que estaba acosando a una joven de no más de veinte años. Según se acercaba a la escena, la pinta de esta empeoraba y, como buen ciudadano que era, golpeó al asaltante. Fue mala suerte, porque pese que llamaron rápidamente a la policía, el hombre se había golpeado la cabeza después de recibir el gancho, muriendo en cuestión de segundos.

Todos sabían que el ministro había jugado a boxeo en sus años jóvenes y, por si fuera poco, toda la escena quedó grabada convenientemente por una cámara de seguridad.

El héroe se retiró de la política con vítores y aplausos, lágrimas y alabanzas hacia un político que había sido sobornado por la mafia.

— Yo pensaba que eras más inteligente —comentó el hombre mientras se llevaba un pedazo de carne a la boca. Dirigí mi mirada hacia sus ojos oscuros, estaba haciendo una mueca—. Acercarse a Key, ja. Qué idiota eres, MinHo.

El comedor solo tenía a los criados más leales, la gran mesa para ocho personas estaba llena de platos y, en los extremos, mi padre y yo enfrentados. Ni siquiera había prestado atención cuando me dijeron qué estábamos comiendo. No me interesaba. Yo quería acabar aquella formalidad e irme cuanto antes.

— ¿No me respondes, hijo? —cuestionó él con su tono de advertencia.

— No me has preguntado nada, padre.

No le gustó mi contestación, lo dejó claro con su resoplido. Usualmente yo no era del tipo que respondía, pero todo se pega y KiBum no era precisamente una buena influencia.

Mi padre no sabía la historia real de mi encuentro con KiBum. Tampoco es como si fuera una persona agradecida, no valía la pena informarle. Para él, me había convertido en un asqueroso homosexual. Esta fue la primera comida que mantenía con él después de que mi relación saliera en las noticias. Como imaginaréis, nuestra relación era más bien de ignorarnos mutuamente.

— No te reconozco, MinHo.

Y era normal. Observé mi reflejo en los cubiertos plata, sin una sola raya que podría hacerlos impuros. Había cambiado mucho.

Antes, pese a la mala relación con mi padre, seguía siendo la persona más cercana a mí. No tenía amigos cercanos, ni familiares. Mi madre, que en paz descanse, murió por cáncer de mama cuando yo era pequeño. Ella era la versión femenina de mi padre, puede que más inteligente. Tener amigos siempre se me había hecho un problema, mi padre odiaba que me acercara a personas que podrían descubrir la verdad del poder de la familia Choi.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now