Capítulo 5: Labios escarlata

177 29 11
                                    

Por decreto divino, después de un día en el hospital, se me recomendó permanecer en una casa alejada de los medios y con criados de confianza que podrían asistirme los primeros días, en los que tenía prohibido caminar. Y "por decreto divino" me refiero a KiBum influenciado a mis doctores cuando se dignó a aparecer cerca de las doce del mediodía después de mi fugaz charla con Lee TaeMin.

Y si Dios lo pide, se hace. Amén.

— No tendrías que haberle contestado —pero, por si pensabais que me iba a salir de rositas con tanta facilidad, me esperaba una hora en coche con un mafioso molesto. Aunque os puedo asegurar ya que no va a acabar como os imagináis.

— Me duele la cabeza, KiBum —le contesté de mal humor. La maldita limusina en la que estábamos era amplia y, pese a eso, mi supuesta pareja permanecía pegada a mi lado y no precisamente en un buen sentido—. Vale, ya me he enterado. Mala idea hablar con el periodista, MinHo se ha portado mal, aunque intentaba salvar tu trasero homosexual. Y, por cierto, me encuentro bien, gracias por preocuparte porque haya sido agredido por un maldito homófobo. Cosa que no hubiera pasado si no hubieras empezado esta farsa sin sentido.

Se calló y aquello nunca era bueno. Pero necesitaba soltárselo, así que dirigí mi vista por la ventana y me quedé observando las nubes grises que cubrían el cielo, prediciendo que habría una tormenta de final de verano. No me arrepentía de lo que había dicho, me sentía dolido y tenía todo el derecho a quejarme.

Yo, en ningún momento, había podido saber que me encontraría en aquella situación. Cuando tú pactas con un mafioso esperas que te envíe a vender drogas o a matar y amenazar a alguien. Ya te digo yo que acabar como su muñeca de exhibición no es lo que se te ocurre. Mucho menos que yo, que soy perfectamente heterosexual, empiece a disfrutar pequeños detalles de esa falsa relación, como unos besos que no podrían entrar en películas aptas para niños de trece. Y eso te enfurece más de lo que os podéis imaginar, ya que no eres capaz de entender qué ocurre.

Yo sigo siendo el mismo y cuando veo a algún hombre no pienso en todas las cosas que podría hacerle en una noche. No soy gay, me siguen gustando las mujeres, pero existe esa enorme excepción que es el gran Kim KiBum. Y un mafioso no debe ser una excepción en nada de tu vida, porque eso no acaba bien.

Pero yo me había vuelto adicto a esos besos que sabían a alcohol. Lo sabía y KiBum disfrutaba atraparme como si fuera una libélula que ha caído en su tela de araña. Os ahorro el final: no acaba en un "felices para siempre".

Ni siquiera sabía nada de él, empecemos por ahí. Ni siquiera podría decir que me gustaba porque no nos conocíamos. Pero había atracción y eso era aún peor por la incertidumbre que me producía. Nos besábamos, a ambos nos gustaba, ¿y luego? KiBum seguramente se estuviera acostando con esos niños haciendo cosas a lo Christian Grey. ¿Qué pasaría después? ¿Los besos se sentirían poco y querría dar otro paso? ¿Se cansaría de mí y me tiraría a la basura? ¿Qué quería yo de ese hombre? ¿Siquiera le gustaba yo o solo le divertía como reaccionaba a él?

Ni siquiera me entendía yo mismo. Podría intentar formalizar más la relación pero preguntar cosas personales a un mafioso era un tema complejo y él acabaría riéndose de mí en mi cara. Esta relación no tenía futuro y aún así yo quería encontrar alguno.

Joder, estaba en un buen lío. Tenía que ponerme caliente el mafioso, no podía elegir a otro. Soy imbécil.

Un sonido de cristal me atrajo de nuevo a la realidad. KiBum callado, la limusina y un trayecto largo, genial. Él estaba sirviéndose un vaso de un líquido amarronado que se encontraba en una botella decorativa de cristal. Había aprendido a reconocer que eso era whisky y solía beberlo bastante a menudo. Se puso tres dedos del líquido en el recipiente y luego volvió a recostarse en el asiento, cruzó las piernas y cerró los ojos mientras bebía.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now