Capítulo 10: Luz anaranjada

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Aunque creáis que simplemente estoy negando lo obvio, no soy gay. En serio. Para mí, aquel hombre siempre sería la única excepción. El único capaz de lograr que sintiera tanto deseo por él y que cualquier límite que pensaba intraspasable, se volviera algo nimio y sin importancia.

Deslicé mis manos entre la camiseta y su piel, acariciando con suavidad el recorrido que hacían hasta que, de un solo y ágil movimiento, quité la molesta prenda. No era la primera vez que veía su pecho desnudo, la piel lechosa y sin imperfecciones, delgado pero con la musculatura justa. KiBum podría pasar fácilmente por un modelo y, aún así, lo que más impaciente me puso fue saber y ser consciente de que era la primera vez que ambos nos encontrábamos sin camiseta. Él mismo pareció tomarse unos segundos, como así lo hice yo.

Nos mirábamos a los ojos, sus manos se habían detenido en mis hombros, aunque no sabía muy bien cuando habían llegado allí, y las mías se extendían por sus costados, abarcando la longitud de sus costillas por la delgadez de su cuerpo. Nuestras respiraciones eran sonoras e irregulares, siendo la melodía que acompañaba al momento privado. Estábamos solos y, pese a que esa característica nos permitía sentirnos más libres para actuar como quisiéramos, el miedo corroía cada milímetro de nuestras venas.

Por eso, era más fácil ocultar esos sentimientos que se reflejaban en nuestros orbes oscuros como un simple deseo. Tan plano y sin sustancia. Tan alejado de la realidad. Y, sin embargo, en aquel momento fue la solución perfecta a nuestros miedos.

Acerqué mis labios a los suyos con rapidez y la danza que habíamos estado interpretando antes volvía a realizarse con precisión. Nuestras manos inquietas rozaban el cuerpo contrario con impaciencia indigna de dos hombres adultos. Los labios libraban una batalla a muerte que se prolongó por tiempo indefinido.

Fui yo quien no pudo aguantar más y deslicé mi mano por el pecho de KiBum de manera descendiente, deteniéndome a escasos milímetros del elástico de sus pantalones de pijama. Notaba como él aguantaba la respiración sobre nuestras bocas, aún unidas y como yo controlaba el tiempo, deteniéndolo en aquel instante.

Mi espera fue un movimiento táctico. Sin llegar a entonar las palabras, pedía permiso al gran jefe para continuar y su silencio fue la respuesta que probablemente hubiera deseado con más ganas en mi vida. Temiendo que él, o que incluso yo, nos echáramos atrás, continué ante la luz verde. Mis labios abandonaron los suyos con la dificultad de separar dos potentes imanes y, sin llegar a separarse demasiado de su cuerpo, me moví hacia el cuello que ya había marcado. A la vez que realizaba esos movimientos en la zona norte, mi mano exploró el desconocido sur, colándose por debajo de las telas de su pijama y bóxer. Demasiado alterados para siquiera plantearse algún preliminar o ir con calma.

Mientras un brazo me salvaba de caer sobre él, la otra mano agarró la erección de KiBum haciendo suaves movimientos por las molestas telas que impedían cualquier avance importante. Ninguno se atrevía a hablar, ni siquiera a mirarnos, y los besos solo eran una muy buena excusa para evitar eso que podría volverlo incómodo.

Acabé harto de esas prendas en pocos segundos, refunfuñando palabras inteligibles por lo bajo mientras, a tientas, las apartaba con agresivo movimiento. KiBum pareció de acuerdo con la idea, ya que él mismo apartó sus manos de mi cuerpo para ayudarme a alejarlas. Sinceramente, no me esperaba que él fuera el primero en acabar desnudo, sobretodo teniendo en cuenta que era mi primera vez con un hombre y el choque de ver el cuerpo masculino podría ser demasiado para mí. Temía verlo pero quería admirarlo, porque sabía que sería algo sumamente bello.

Reuniendo la poca voluntad que encontré, alejé mis labios de su clavícula, donde estaban en ese momento. Me permití apartar mi cuerpo ligeramente del suyo, contemplando la escena mientras recuperaba mi aliento. La luz anaranjada del mediodía iluminaba con la pasividad de un artista el cuerpo de aquel hombre, KiBum mantenía sus ojos cerrados, los labios entreabiertos soltando rítmicos suspiros. Su piel blanca y perfecta parecía haber sido esculpida, la erección situada entre sus piernas, completamente depilado por todo su cuerpo, le daba un aura de sensualidad cautivadora. Mis ojos no eran capaces de procesar la información que veían ante ellos, así que me demoré lo suficiente para que las largas pestañas de KiBum se abrieran, provocando un cruce entre nuestras miradas.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now