P1: Capítulo 11

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El sol ingresaba en mi habitación en la hermosa residencia élfica, dibujando magníficos diseños en el suelo al compás del movimiento de las cortinas, que no emitían sonido alguno. Ya me había acostumbrado al silencio, era lindo y pacífico. En la Tierra el ruido era constante, incluso en mi hogar donde no pasaba un alma en las tardes, pero a pesar de que el silencio daba esa apariencia tan perfecta y tranquilizadora, tenía la sensación de que algo malo se ocultaba tras él.

Como si el silencio fuera una persona y detrás de ella estuviera su sombra. Pero esta sombra no era el reflejo de su cuerpo, era más grande, más poderosa y maligna. En su oscuridad se hallaban escondidos cientos de secretos y el silencio no los nota. Esa sensación se había instaurado en mis huesos desde que Haliee me advirtió sobre mirar a cada rincón. Me había tomado muy en serio el asunto de estar alerta a todo. Sin embargo, no había visto algo que pudiera en verdad asustarme, como una trampa o un complot. En realidad, no había nada y aun así, no podía quitarme ese miedo de que algo malo estaba a punto de estallar y que hacía vibrar cada parte de mi ser.

Respiré hondo —el puro aire de la mañana siendo como una bocanada de vida para mis cansados pulmones— y, dando una última vuelta en la cómoda cama, me puse de pie. Contemplé mi habitación y me dirigí hacia el espejo de cuerpo entero. Miré mis pies, magullados a causa de que Castiel se negara a curarlos, luego de los últimos dos días de entrenamientos. Se veían horribles, pero aunque sonara extraño, no sentía dolor y en verdad me agradaba verme así. Esas pequeñas cicatrices que surcaban la piel de mis pies eran marcas de lo que había logrado y un recordatorio de cuánto me había costado. De todas formas, el brebaje que me daba papá ayudaba un poco con el dolor y la inflamación.

Cada vez que me miraba al espejo, cada mañana, cada noche antes de irme a dormir, me sentía más fuerte, porque la imagen que este me devolvía me encantaba. Siempre pensé que las princesas vestían enormes vestidos de colores crema, peinaban sus cabellos en estrafalarios peinados y que en lo único de lo que debían preocuparse era de verse bonitas para complacer a su príncipe, pero mi tiempo en Umbrarum me dijo lo equivocada que estaba. Una princesa era aquella que tomaba los riesgos necesarios para mantener a los suyos a salvo, aquella que aprendía de sus errores y aceptaba sus fracasos con solemnidad. No era una delicada rosa que debía ser protegida día y noche, era una planta del desierto que con el paso del tiempo se hacía más dura y aprendía a sobrevivir.

Al igual que una planta, mi cuerpo había creado espinas naturales, armaduras de piel para esquivar los peligros. Los callos en mis manos me lo afirmaban. Unos que lejos de asquearme, adoraba cómo se sentían al tacto de las ropas contra mi piel áspera, producto de practicar tanto el uso del arco y flecha y de haber empuñado tantas espadas, sables, cuchillos... mis manos ya no eran las de una joven médica, que maniobraba bisturíes y recetaba medicamentos. No, era una guerrera. Una princesa guerrera.

—¡Ilora! Despierta ya, dormilona, es hora de tu entrenamiento.

—¡Ya estoy despierta, gritona! —devolví el grito a Cassie, riendo.

—Recuerda ponerte el vestido, el rey estará hoy. Ya sabes, no puedes ofender a su real majestad.

Me tapé la boca con ambas manos, intentando reprimir una carcajada que rebotaba en mi garganta. Cada vez que tenía oportunidad, Cassie aprovechaba e insultaba con "delicadeza" a los elfos, denotando su evidente desprecio hacia ellos. Claro que no en su presencia.

Haciendo caso al hada, me dirigí hacia el baúl de caoba, con un bellísimo diseño tallado a mano de dos elfos admirándose el uno al otro, y tomé el vestido que Castiel me había dado, el cuál depositaba cada noche sobre el baúl. Era increíble la movilidad que me brindaba, mientras me vestía sentía la fina seda sobre mi piel, fresca y renovadora. Se sentía como un beso, suave y similar a una caricia. Además de que, en verdad, Castiel tenía un gusto exquisito, jamás había tenido un vestido tan hermoso y a la vez tan cómodo. Era perfecto para entrenar y lucir fabulosa mientras lo hacía.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora