P1: Capítulo 10

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Nunca experimenté un silencio más ensordecedor que en ese momento. La ansiedad fluía por mis venas al momento de soltar la flecha, la cual, silenciosa como los elfos, no profirió ningún sonido al momento de avanzar de forma tan amenazadora hacia Haru. Me quedé sola, en la oscuridad que me ofrecían mis ojos cerrados, hasta que una fuerte exhalación y un leve golpe me hicieron abrir los ojos.

El rostro sonriente de mi padre fue lo primero que vi, provocándome un alivio instantáneo; Sin embargo, el rostro de Castiel expresaba algo diferente: Insatisfacción, casi desprecio. Y apenas localicé la flecha, me di cuenta el por qué. En efecto, no había matado a mi padre, pero había incrustado la flecha a casi treinta centímetros de su cuerpo, en vez de al lado de su mejilla.

Tuve que ahogar una leve carcajada, pero la voz de Castiel me trajo de vuelta a la realidad.

—Lanza otra —exigió seco, inconforme con tan deficiente resultado.

—¿Estás loco? —excusé, bajando el arco, a pesar de que sabía que nada de lo que dijera tendría algún efecto sobre Castiel.

—Con esa puntería jamás lograrás nada. Hazlo de nuevo, el rey vendrá pronto a ver tus avances y esto es impresentable.

La dura mirada del elfo y las risas de Liatris me obligaron a reaccionar, por lo que volví a cargar el arco y lo apunté hacia mi padre. Una vez más, la ansiedad se presentó a atormentarme. Inhalé una vez, concentrándome en el "blanco" y, al exhalar, disparé.

Esta vez no cerré los ojos, sino que observé con atención la trayectoria de mi flecha, que terminó por clavarse unos diez centímetros más cerca de mi padre. Para mí, eso era un avance significativo, pero para Castiel continuaba siendo una "Merde". Por supuesto, ni siquiera quise imaginar qué era para la vidente.

Estuve a punto de voltearme, para ver qué hacían el resto de los observadores, cuando mi querido amigo elfo, mirándome asqueado, preguntó:

—¿Es necesario que lo diga?

No, claro que no era necesario.

Rindiéndome, tomé el carcaj, me lo eché al hombro y volví a cargar. Así pasaron uno, dos, cinco, diez, veinte intentos, y con cada flecha, la distancia entre los flechazos y mi padre se hacía más corta. Esperando que Castiel no se diera cuenta, comencé a lanzar a la muralla a propósito, pero las flechas comenzaron a alejarse y...

—¡Princesa! ¡¿Qué significa esto?! —me interrumpió el elfo. Había rodeado a papá de flechas, pero todas a varios centímetros de él—. ¿Crees que no me he dado cuenta de que lanzas mal a propósito?

—¿Yo? ¿Qué? —fingí sorpresa.

—Escucha, Ilora. Te queda una sola flecha en el carcaj, sino lanzas bien esta, llamaré al rey y le mostraré la "Merde" que eres.

—Es un patético intento de arquera, deberían dejar de enseñarle. Alguien que no muestra respeto, no merece nada —reprochó Liatris y, provocándome, pasó delante de mí, para girar sobre sus talones y salir de la estancia.

Estoy segura de que, si ya de por sí la había odiado antes, en ese momento estuve tentada a perforarle la cabeza con la flecha. Tragué un nudo y respiré profundo, viéndola salir y, cuando volví mi mirada a Castiel, este solo me sonrió como si sopesara las palabras de la vidente.

Apreté mis puños con fuerza, esperando que mi amigo no cumpliera su amenaza y que ahora no solo la elfa se riera, sino que también su rey, y con ello los demás asistentes. No podía defraudar a mi padre, necesitaba superar con excelencia el entrenamiento élfico para obtener el emblema de su raza.

Tenía claro que era su manera de ayudarme, podía entender todo, o al menos un poco, pero aún no me cabía en la cabeza su necesidad de matar a mis seres queridos. ¿Por qué querían que pusiera en riesgo la vida de mi padre? ¿No les bastaba con el peligro al que ya estaban sometidos todos mis compañeros, por el simple hecho de estar conmigo?

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora