P1: Capítulo 5

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—¡Abre la puerta, Ilora! ¡El sol saldrá pronto! —escuché que me gritaban mientras aporreaban mi puerta, y tuve que abrir los ojos a la fuerza.

Llevaba más de un mes durmiendo en el suelo o, en su defecto, en el lomo de mi dragón. Y no me quejaba de ello... pero ninguna de esas opciones podía compararse a la deliciosa cama, que se sentía como flotar sobre nubes, en la que me había dejado seducir por los brazos de Morfeo la noche anterior.

Había tardado mucho en quedarme dormida, pues Faedra había sido tajante aclarando que ella no hacía magia y que no era más que la esencia de lo que una vez había sido. Dijo algo de sus deseos de ayudarme y que era ese el motivo por el que nunca se había ido del todo, pues yo la necesitaba. Sin embargo, más que una voz de aliento, ella no podía hacer nada más.

No quiso decirme sus teorías, pero me convenció de no darle vueltas a preguntas que, por ahora, no tenían respuesta. Que, fuera quién fuera, yo estaba viva y eso era lo importante. "Piensa en tu objetivo y solo en eso, las respuestas llegarán cuando tengan que hacerlo", fueron sus últimas palabras antes de desaparecer y dejarme sola en la soledad de mi habitación.

—¡Denme un momento! —pedí, recogiendo el espejo que había dormido a mi lado y guardándolo en mi bolso.

Corrí al baño, a enjuagar un poco mi rostro y boca. Tomé una de las camisas de Haru, que por alguna desconocida razón permanecía en mi maleta, y me la puse —ya que, a falta de ganas, no me había puesto más que la ropa interior para dormir—. Mi estatura no era muy destacable, así que la ropa de papá me quedaba un poco más arriba de la mitad de los muslos, lo bastante tapado para recibir a las chicas.

—Listo, aquí estoy —dije, colocándome frente a la puerta para que se abriera, y les ofrecí una sonrisa.

Mi cabello ha de parecer una mata o, quizás no me había limpiado bien y tenía algo en mi rostro, porque las chicas me miraron como si me hubiera crecido una segunda cabeza.

—¿Qué tengo? —cuestioné, al dejarlas pasar, con sus muchos bolsos, cremas y otras cosas raras.

—Nada, solo esperábamos que la princesa se levantara temprano, teniendo en cuenta que será ultrajada por una vidente sin escrúpulos —dijo Haliee, encogiéndose de hombros y yo solo tragué un nudo al recordarlo.

—¿Tienes que ser tan cruel? —pregunté y las seguí hasta la cama, donde una nueva armadura, espada y peineta yacían—. ¿Por qué la nueva ropa? He lavado mi traje y se está secando en el baño.

—No importan las circunstancias, debes vestir como una guerrera siempre, más en momentos como este. Como Haliee y yo sí pensamos en todo, te hacemos entrega de este humilde obsequio, princesa —explicó Cassie, haciendo una reverencia junto a la hechicera.

Rodé los ojos, ignorando sus burlas y la reciente amistad de las chicas. Me cambié de vestimenta sin pudor, delante de ellas y el espejo de mi habitación, que cubría toda la pared izquierda. La imagen que este me devolvía me impresionó, pues al volver a verme de verdad de esta forma, luego de mucho tiempo viendo mi reflejo solo en el agua, me di cuenta de que apenas me reconocía.

Mi mirada era más atenta y curtida, mi postura imponía presencia, y mi esencia en general, era distinta. Aún seguía siendo la misma chica, pero mucho más madura, y podía asegurar que tenía algo más de músculo y que mi abdomen estaba más marcado que antes. Nunca había sido perezosa, iba al gimnasio unas dos veces a la semana y corría en mi jardín en las mañanas, sin embargo los resultados jamás habían sido tan obvios.

Mis manos rodearon mi cintura, en un intento de reconocerme, y allí me di cuenta de que mis manos ya no eran tersas, sino más bien fuertes y porosas. El cambio era increíble e incluso fui consciente de algunas lastimaduras que empezaban a cicatrizar en mis brazos y piernas. ¿Era esa la imagen de una princesa? Era probable que allí sí.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora