N° 14/15 Leonardo/José Márquez

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Rosallie se encontraba en el lugar que menos deseaba. En el funeral de Emily. Tomó asiento en una de las frías sillas de metal. El funeral era al aire libre, al claro del bosque. Dos columnas se posicionaban delante de su ataúd. Una donde se plañía la familia Ojeda, y la siguiente sollozaban sus amigos. Habían colocado una gran cantidad de asientos para los amigos, sin embargo, la mayoría se encontraban vacías por falta de personas. Olía a otoño, el viento era vigoroso y gélido alzando los vestidos de muchas chicas. Varias personas cubrían sus cabezas con sombreros sombríos, incluyendo la de Rosallie.

Las últimas semanas para Rosallie su agenda estaba repleta de funerales por las cuales asistir. Ya se volvía algo rutinario, al igual que el miedo en su cuerpo.

Desde la muerte de Emily, Rosallie no lograba dormir, lo único que lograba pensar era que la causante de su muerte había sido ella. Le había hecho daño y ni siquiera lo sabía, la ira y la rabia la cegaban completamente. Todo le resultaba una pérdida de tiempo. En eso se percató que le había hecho lo mismo que sus compañeros le habían hecho a Kristen.

Una lágrima recorrió sobre su mejilla. Alzó su mano y con su dorso la desapareció, la limpió rápidamente antes de que alguno de sus compañeros captara su debilidad. Su mirada era fija en el ataúd de su mejor amiga, cuyo sarcófago era decorada por flores, cartas, recuerdos y una gran foto pendía a su costado. Era la Emily que conoció tiempo atrás. Feliz sin ninguna iniquidad, o pavor luciendo radiante. Le costaba contener las lágrimas en un momento tan afligido.

El padre comenzaba a relatar unas cuantas palabras acerca de la buena vida que tuvo Emily ¿Pero en serio la tenía? Nadie sabía si tenía una buena vida o no, solo eran palabras que salían de su boca y no de corazón.

Rosallie sentía furor por sus compañeros, por ella misma, por Kristen, por todos.

Cuando el padre logró terminar de dar las palabras, Rosallie y sus compañeros se levantaron y se dirigieron a un lugar aislado, lejos de los familiares de Emily. Le apenaba tener que verlos tan entristecidos, mentidos por unos chicos cuyas intenciones fueron peor que malas.

— ¿Qué fue lo que pasó en verdad? —Le preguntó Luis Quintero frunciendo el ceño a Rosallie.

Rosallie había notificado que ella había muerto por suicidio, no obstante esa era la excusa de todas las muertes que habían ocurrido y las que estaban por venir.

—Ya te dije —habló Rosallie de mala gana estremeciéndose—, se suicidó.

Recordaba el sonido de su golpe al caer. Seco. Sus extremidades siendo desfiguradas y algunas partes esparcidas por el pavimento, como su sangre se expandía como un río y el aire pesaba esa noche.

— ¿Estás segura que Kristen no tuvo nada que ver? —preguntó él de nuevo.

— No —respondió Rosallie impaciente—, no fue empujada, o mutilada, se suicidó, saltó. Lo vi con mis propios ojos —ella tomó aire—. No me enorgullece ver esas imágenes.

— ¿Y qué pasará si uno de nosotros no logró su destino? —Preguntó Arturo cruzándose de brazos para mantenerse en calo.

Un silencio sepulcral se formó nuevamente. Intercambiaron miradas sin saber cómo responder al respecto.

—Kristen nos torturará aún más —manifestó Marena.

Era solo una suposición, sin embargo, había de ser algo lógico pensar que estaría enojada a causa de que su plan no ocurrió como lo deseaba.

—No hay más tortura que la de nuestras propias mentes —declaró Janzu Salazar.

Rosallie asintió. Janzu siempre iba a ser el más sabio entre todos.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora