N° 10 Figueroa, Alejandro

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— ¿Cómo murió? —Le preguntó Rosallie.

Rosallie había entrado al salón a grandes zancadas sentándose en su asiento con la intención de preguntarle a Emily que sabía de ella. Le sorprendía no ver una de las chicas populares y más queridas de la escuela no presente.

—Oriana no lo sabe —Emily se encogió de hombros—, dice que estaba en una tina y de la nada, Kristen se la llevó.

Rosallie observó a Oriana quien se encontraba en su asiento abrazando sus piernas y ocultando su rostro en sus rodillas. Sus amigas trataban de consolarla, le susurraban y la arrullaban. Lo que debía haber visto, debió ser realmente horrible. Era reflejo de Emily en sus primeros días de trauma.

—Rosallie —habló Marena—, necesitamos hablar de nuevo.

Rosallie asintió.

***

Al pasar las horas, todos se dirigieron a la cafetería, unieron las mesas y comenzó la discusión. Oriana se limitaba a responder, se mantenía callada.

— ¿Qué fue lo que pasó con Oriannis? —le preguntó Marena a Rosmaurys.

—No lo sé —respondió ella encogiéndose de hombros—, estábamos en una fiesta y de la nada dice que vio a Kristen, nos fuimos y llamó a su madre para quedarse a dormir en casa de Oriana. Luego la llamaron de nuevo y empezó a gritar.

— ¡Dijimos que no contestaran teléfonos! —gritó Janzu Salazar encolerizado.

—Pero ella no se percataba de eso —le defendió Rosmaurys.

—De ahora en adelante nadie, repito, nadie contestará sus celulares —dijo Marena.

Todos asintieron.

—Y otra cosa —declaró Verona—, no estén solos, nunca.

— ¿Aunque vaya al baño? —preguntó Alejandro.

—Aunque vayas al baño.

—Si quieres dile a tu madre que te acompañe —declaró Juan Veliz.

La gran mayoría rió. Alejandro se mantuvo serio observando sus manos, no podía con tanta presión, tener que preocuparse por morir era algo que los jóvenes no solían pensar. Los no-suicidas.

***

Al terminar la escuela, tuvo que dirigirse a su casa a pie, debido a que su padre se había marchado con el auto. Se encaminó a la cocina con el olor a comida azotando su nariz. Su madre se hallaba dándole la espalda, cortaba un animal con el gran cuchillo que cargaba en su mano. Dejó su bolso en el espaldar de la silla y tomó asiento. No le apartaba la mirada de su madre, faltaba mucho tiempo para que su lugar fuera tomado, pero prefería recordar a esa hermosa mujer de esa manera.

—Hola, mamá —le dijo Rosallie con ambas manos soportando su cabeza.

Estaba exhausta. La escuela, las muertes, reuniones, cuidar la espalda de todos...

—Hola, cariño —respondió su madre sin dejar de escrudiñar los condimentos.

— ¿Qué ha pasado? —Preguntó Rosallie con una media sonrisa.

Era muy extraño de explicar: adultos que deseaban volver a ser jóvenes, chicos que preferían crecer y, sin importar lo que quisiera la gente, el tiempo no paraba, no deja de avanzar.

—Oh, nada, tú sabes, lo de siempre —su madre giró para poder colocar el animal dentro de la olla al igual que unos condimentos triturados—, y llamaron de la escuela, van a hacer una reunión todos los representantes por las muertes de tus compañeros.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora