N° 7 Da Silva, Adrián

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—Lo encontraron en el baño de la clase de natación —Le dijo Emily a Rosallie evitando comerse las uñas.

Rosallie suspiró. Estaban hablando a través del teléfono. Rosallie no podía hacer ni decir nada al respecto, intentaba ayudar a sus amigos pero ¿para qué? Ellos no escuchaban ni prestaban atención. Ser ignorada era una de las cosas que mas detestaba. Se encontraba reposando en su cama con las cortinas obstruyendo la ventana. El clima era cálido, y sombrío a su vez.

— ¿Quién es el siguiente? —Le preguntó Rosallie cerrando los ojos tratando de calmar su ira.

—Adrián Da Silva.

Adrián Da Silva era un chico atractivo de cabello negro y lo suficientemente largo como para cubrir su frente, su piel era alba, y sus labios delgados. Su nariz pecosa y de gran estatura. 

—Alguien tendrá que avisarle —dijo Rosallie apartando un poco la cortina y abriendo los ojos para poder ver el crepúsculo—, y no seré yo. No soy mosca para volver a la misma mierda.

— ¿Quieres que lo haga yo? —dijo Emily con esperanzas de que Rosallie dijera que no.

—Sí —Rosallie dejó caer la tela cubriéndola de tórrido—, ya me cansé de decirle a la gente que tenga cuidado ¿Y lo hacen? No. Creen que uno está loco y siguen con sus vidas.

Ella estaba, en parte, enojada por haber descubierto las falsedades de su amiga mas cercana, Amanda, el acto que le había hecho a Kristen era imperdonable. No sabia decir si era un alivio que hubiera muerto para no tener que haberle reprendido, o estar afligida por su muerte. También se hallaba encolerizada por la ayuda que Verona le brindaba tanto a ella como a sus compañeros y ninguno tuviera la decencia de agradecerle, en su lugar le colocaban pronombres.

—Yo te creo.

Rosallie sonrió. Tener una amiga que confiase en ella era mas que un abrazo, un alivio. 

—Y por eso sé que vas a estar más que a salvo —dijo Rosallie vislumbrando la puerta.

— ¿Pero crees que Leonardo...?

—Leonardo es un chico inteligente y dudo que haga como los demás —le interrumpió Rosallie.

—Esperemos que tengas razón.

Rosallie ojeó su reloj digital encima de la mesa, eran las 10:54pm. Bostezó. Había perdido el tiempo hablando con Emily, no del mal modo. Quería a su amiga, y la adoraba por lo que hacia. Brindarle apoyo, quererla incondicionalmente.Una mejor miga en pocas palabras.

—Nos vemos mañana, Em —dijo Rosallie con una media sonrisa.

—Nos vemos, Rossi.

Rosallie colgó y dejó su teléfono debajo de su almohada. Reposó su cabeza en la almohada y cerró los ojos tratando de conciliar el sueño, pero lograba ver cadáveres y oír gritos en resonancia de eco. Luego un silencio sepulcral, hasta sumirse en una pesadilla.

Volvía a ver otra vez de los ojos de Kristen. Su casa no era una maravilla, el olor a alcohol azotó su nariz. Las paredes eran de color café y el suelo, de no ser porque estuviera cubierto por botellas vacías, sería de un color grisáceo. Las escaleras se encontraban al final de la habitación y a su costado había un sofá ocupado por un hombre de cabello oscuro, ojos cafés y alrededor de su pupila se tornaba un color rojo de la irritación.

Una botella se posaba en su mano y en su mirada vislumbraba ira, una ira que hizo estremecer tanto a Kristen como a Rosallie. Ambas se mantenían de pie, verlo a los ojos era como retar al mismo Lucifer.

— ¿Dónde estabas? —Su voz era áspera y fuerte.

—E-En la escuela —respondió Kristen-Rosallie en un tartamudeó.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora