N° 1 Anes, Amanda

65K 2.3K 485
                                    

Rosallie se encontraba en su coche jugando con el zipper de su mochila, estaba nerviosa. Tener que ver los mismos rostros de nuevo le hacía tiritar. Tenía miedo y a su vez estaba emocionada de reencontrarse con sus amigos A medida que se acercaba con su madre en el coche, su corazón pegaba saltos, no sabía si era de ansiedad o de felicidad.

-¿Estás segura de que quieres ir? -Preguntó su madre frunciendo el ceño sin apartar su vista de la carretera.

-Sip -dijo ella-, tarde o temprano tengo que ir.

Su madre suspiró. Le preocupaban los ánimos de su hija tanto emocionales cómo enfermedades.

-Si ocurre algo solo llámame -dijo su madre con una sonrisa.

Ella era muy hostil cuando se lo proponía. Rosallie asintió con una sonrisa en su rostro y comenzó a subir el volumen de la radio. Estaban colocando su canción favorita, sin embargo había interferencias. A medida que se acercaban, se podía escuchar una voz secundaria que la hizo estremecer. Tanto como lucia como una voz familiar, como que era extraño escuchar esas clases de interferencia.

-Debe de estar mal -dijo su madre golpeando el aparato repetidas veces.

-Sí, debe ser eso -dijo Rosallie y comenzó a pasar las estaciones. Todas estaban averiadas.

No podía evitar notar que algo andaba mal. Siempre se encontraba una segunda voz es cada una, pero era imposible. Eran diferentes radios. Cuando se encontraban adyacentes al liceo, Rosallie no le dio la menor importancia. Su madre estacionó lo más cercana que pudo de la puerta.

Rosallie bajó de su auto. Este año iba a ser diferente, iba a mejorar sus notas, tendría más amigos. Sin embargo las ansias embargaban todo su ser. Y si todo iba a ser lo opuesto. Su corazón golpeaba contra su pecho imaginando lo peor. Ser excluida, ser abrazado por todos. Era una sorpresa.

-Diviértete -decía su madre desde el asiento del conductor.

-Lo haré -dijo Rosallie sobre su hombro.

Observó como el coche iba en reversa saliendo disparado.

Rosallie entró a la escuela, cada rostro le era familiar, pero no encontraba la que estaba buscando. Se acercó a lo que sería su nuevo salón de clases, ella y sus amigos habían cursado el cuarto año. Liberó un suspiro de alegría. El salón lucia vacio, las puertas estaban impecables, color blanco hueso. Se podían escuchar los murmullos del resto a sus espaldas.

- ¿Admiras las puertas ahora?

Rosallie fue tomada por sorpresa. Una chica estaba a su lado observando la puerta mientras que de reojo observaba a Rosallie con una sonrisa.

-Emily -dijo Rosallie y no pudo evitar no obtener contacto físico.

Se abrazaron mutuamente. Notaba su cabello castaño rozando su mejilla. Era Emily, una de sus amigas, ella era hermosa, cabello castaño claro y corto hasta sus hombros, a veces sus compañeros le decían "Dora, la exploradora". Emily era baja pero con una buena estructura y ojos cafés. Despampanante, y fiestera, una de sus mejores amigas.

-Chica -dijo Emily una vez separadas-, haz cambiado mucho, estas mas radiante.

- ¿En serio? -dijo Rosallie alzando su brazo para diferenciar su tez-, yo me siento muy pálida.

-A eso me refiero -sentenció Emily tomando sus brazos.

-Lesbianas al fin -dijo una voz masculina a las espaldas de Rosallie.

Al volverse vio a Leonardo, su mejor amigo y único amigo masculino. Él era alto, era de tez oscura cabello negro y no tenía ningún gramo de grasa, estar cerca de él para Rosallie era como sentirse gorda. En pocas palabras, el mejor amigo que deseaba nunca perder.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora