N° 9 Díaz, Oriannis

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—Miguel murió ayer —notificó Marena con un gran pesar—, después de salir de clases.

Todos volvieron su mirada Oriannis quien palidecía y cuyos labios se encontraban secos. El salón se llenaba cada día de penumbra y soledad. Cada grupo no era el mismo desde que la sangre comenzaba a chorrear.

—Sabes lo que tienes que hacer —exclamó Verona volviendo su mirada en Oriannis.

Oriannis era una chica sencillamente hermosa. Su piel era color pardo y de ojos grandes y castaños. Delgada y con curvas muy pronunciadas cuya blazer no podía ocultar su figura.

—No puedo estar rodeada de gente todo el día —dijo ella.

A causa de la poca gente que se encontraba, el coraje de Rosallie aumentaba, añadido por su adrenalina.

—Tendrás que intentarlo si quieres permanecer viva —declaró Rosallie.

—No contestes llamadas —habló Verona—, ninguno de ustedes, no me importa que sea urgente, no las contesten.

—Y tengan cuidado con lo que hacen —intervino Emily recordando la muerte de Robert—, ella puede hacer que cualquier cosa insignificante los mate.

Su reacción a la muerte de Robert había disminuido para bien. Pudo liderar con su trauma y lograr seguir adelante.

— ¿Y qué haremos en las vacaciones de navidad? —preguntó Juan Veliz comiéndose las uñas.

Se acercaban las vacaciones de navidad, lo que implicaba un viaje al exterior, sin padres, es decir, sin testigos ni protección que fuera de ayuda. Estar unidos sería una opción, de no ser porque el miedo los embargaba y cuidar de la espalda del otro iba a ser más difícil.

Verona bajó la mirada pensando en una frase reconfortante.

—No lo sé —respondió Verona.

—Pensaremos en algo —dijo Rosallie secundándola.

Verona le sonrió. No pesaba que esa chica, con la que alguna vez logró burlarse, llegaría a apoyarla en momentos de aprieto. No se iba a dejar confiar por cualquiera. Sin embargo, su aura traslucía sobre su cabeza.

—Esto es absurdo —dijo Laura se subió en una de las mesas para poder ser notada entre todos—, ¿Fantasmas? ¿En serio? ¿Cómo no sabemos si ellas son las causantes de la muerte de Robert, o Amanda, o José Miguel y sólo intentan inculparse?

— ¿Tienes pruebas? —opinó Rosallie. La voz de Rosallie era cortante.

— ¿Y tú las tienes? —Dijo Laura sacudiendo su cabellera negra—. Dame una prueba de que los fantasmas existen.

Unos golpeteos se escuchaban a través de las paredes. Un sonido sordo que solamente serían provocados por martillazos, o puños. No encontraban la razón de que fueran puños si se encontraban en un piso elevado. El resto del grupo fruncía sus ceños y permanecían en silencio concentrando su atención en los golpeteos.

—Esos deben ser los del lado —bufó Laura.

Un de las sillas cayó al suelo. La silla se encontraba en una esquina, la que solía usar esa niña tan callada, tan reservada. Laura tomó aire para poder declarar otro comentario lógico. La mesa que se encontraba en frente estalló en pedazos contra la pared del otro extremo, asimilando ser arrojada por una persona hasta la pared más lejana.

El quebrar de la madera se unió junto con los gritos de terror de los estudiantes. Ahora la mesa solo era un pedazo de vigas, madera quebrada y astillas regadas por el suelo. Todos se habían refugiado en su círculo social, dejando un espacio extenso a la mesa y la silla que yacía en el suelo.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora