Capítulo 33.

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— ¿Freya?

— ¿Si?

— ¿Estás bien? —preguntó preocupado Byron. —No quiero molestarte, pero llevas más de diez minutos encerrada en mi cuarto de baño. Estaba seguro que ibas a ir a la cocina, y voy y te encuentro aquí, en mi habitación.

Contemplé mi imagen en el espejo. Mantenía el cabello bien recogido, sin pelos rebeldes que me molestaran en las mejillas. Los ojos estaban abiertos, buscando algo que me faltaba. Mis labios estaban entre abiertos, y todo por la sorpresa.

Ethan había sido capaz de abandonar el comedor con esa mujer.

Yo quería cometer una estupidez, los celos se manifestaron en mí como un demonio aferrado a una dulce niña solo para provocar a un exorcista. Lo malo era que mi cabeza no daba vueltas, y solo era capaz de llorar y patalear para conseguir el caramelo que me habían robado.

Él era mi caramelo.

—Estoy más que bien —arreglé la chaquetilla que me dejó mi amigo, ya que sentí frío. —Solo quiero contar hasta cien, y saldré de aquí, lo prometo.

— ¿Segura?

Guié mi mano hasta el pecho, el corazón estaba a punto de estallar.

Lo gracioso es que la otra correteó hasta coger unas pequeñas tijeras que había al lado de un peine. Byron horas atrás había cortado parte de su dorada melena, arreglándose las puntas.

Aquella arma me llamaba, y a las brujas se les castigaba.

— ¿Cómo es de grande el horno de tu casa, Byron?

— ¿Qué? N-normal...

Normal no servía para nada. En Hansel y Gretel era enorme.

Sacudí la cabeza, porque heriría a esa loca con palabras, y no físicamente. Era muy joven para acabar en la cárcel, lo mío no era ser una chica mala.

Lentamente moví el pomo de la puerta, y con una sonrisa intenté borrar la preocupación del rostro de aquel chico que llevaba minutos esperándome.

— ¿Tu madre aún no ha sacado la cena de la cocina? —negó con la cabeza. —Está tardando mucho, y está con Ethan.

Eso le tendría que preocupar a él también.

— ¿Por qué tengo la sensación de que mi madre conoce a tu vecino?

¡Ups!

¿Era hora de contárselo?

Y con lo brusca que era, seguro que le rompía el corazón.

— ¿Eres adoptado?

Deseé golpearme la cabeza en ese mismo instante. Menudas preguntas las mías.

—No —normal, tenía hasta el mismo color de ojos que su madre. — ¿Por qué todas estas preguntas, Freya? ¿Pasa algo? ¿Tengo que preocuparme?

Era el momento.

Merecía saber la verdad.

—Tu madre...—aparte de bruja, loca, pirada, acosadora...—Tu madre...

—...Te está esperando abajo—interrumpió Ethan. Estaba allí, cruzado de brazos y apoyado en el umbral de la puerta.

Byron primero lo miró a él, y luego a mí esperando a que siguiera.

—Ves —le guiñé el ojo—, ahora bajo yo.

Refugió las manos en los bolsillos de los pantalones, y con la cabeza bien alta (algo extraño en él) siguió su camino por delante de Ethan sin decirle nada, ni tan siquiera un saludo o gruñido agresivo.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora