¡Un año después!

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Lamentablemente ya no quedaba más ponche; necesitaba un par de copas más para mirar a la futura novia. Lentamente y sin llamar la atención de nadie, pasé por la cocina en busca de una salida...no lo conseguí. Effie visualizó rápidamente mis movimientos y soltó un grito que me hizo que soltara la copa de cristal. Con los labios apretados, alcé poco a poco mi cuerpo hasta mirar hacia arriba. Ginger estaba a punto de bajar las escaleras.

— ¿Adónde ibas? —preguntó, llevándose las manos al vientre. Effie y Daniel eran como conejos, ya que los gemelos, la niña que vino después no fue suficiente...decidieron ir a por el cuarto. ¡Cuatro hijos! «Madre mía» eso era una locura. —Cualquiera diría que estabas a punto de esquivar a Ginger.

Y eso estaba a punto de hacer, hasta que ella me lo impidió.

Le sonreí.

— ¿Yo? ¡No digas tonterías! —de mí salió esa típica risa nasal que gritaba a voces; ¡Nerviosismo! — ¿Tú le has ayudado a elegir el vestido?

Effie asintió con la cabeza bien orgullosa.

Por eso el día de mi boda no conté con su opinión y mantuve el secreto junto a mi madre. ¿Qué había de malo que el vestido fuera blanco? Pero ahí estaba Ginger para responder a todo como de costumbre.

—No soy virgen, Freya —empezó a bajar las escaleras—. El blanco es pureza —soltó una carcajada—y yo no le voy a dar ese gusto a la familia de Byron.

¿La bruja iría a la boda? Era extraño ya que odiaba a su nuera tanto como me odiaba a mí. Esa mujer era celosa; asquerosa; irritante; y podía seguir estoqueándola.

—Estás preciosa. Ese color es perfecto...—dejó de hablar.

— ¡Es verde! —estallé. —Entre toda la gama de colores...vas y eliges ese. Y luego quieres que no me ría.

Eso último lo dije en voz baja.

— ¿Qué tiene de malo el verde menta? —preguntó entre dientes.

—Más bien verde moco, Ginger —le guiñé un ojo, dándole a entender que seguíamos bromeando como cuando teníamos diecisiete años. —Estás preciosa —le di un abrazo—, pero será mejor que nos apresuremos o llegaremos tarde.

Nos dirigimos hasta la puerta, pero Ginger nos detuvo.

—Prometerme algo —bajó el tono de voz. Miré a Effie sin entender a qué venía esa pequeña reunión antes de coger la limusina. —Lo que pasa en la despedida de soltera se queda en la despedida de soltera, ¿de acuerdo?

Me toqué el recogido que llevaba.

—No es; ¿Lo que pasa en las vegas se queda en las vegas? ¡Vamos...tampoco pasó nada...! —me callé. Bajé la cabeza y respondí. Antes de que me viniera cualquier flashback a la cabeza pensé en Ethan y como optó por la opción de cuidar a Nico. —Tienes razón. Lo mejor será que no digamos nada.

Hicimos ese estúpido pacto de no contar nada y salimos de su hogar. Cuando creí que nada más me sorprendería por parte de Ginger, nos dimos cuenta que en el fondo no la conocíamos tan bien. No había una limusina esperando a una novia, no, habían unos moteros con chupas de cuero que parecían recién salidos de alguna película de los 80.

Se subió el vestido, dejándolo a la altura de las rodillas, y salió corriendo para subirse en una de esas enormes harleys. ¿Ese era nuestro transporte?

—Vamos, Freya.

Effie no tardó en ir detrás.

—No entiendo nada —le dije.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora