Capítulo 19.

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Podía sentir el cálido pecho de Byron bajo mi mejilla, con sus dedos tocando mi cabello en un intento de tranquilizarme. Desde que mi padre marchó al trabajo, únicamente me quedé con los ojos llenos de lágrimas y refugiada en la cama con la esperanza de que todo acabara pronto (únicamente el dolor de pecho que tenía no me dejaba respirar con normalidad).

Sacudí lentamente la cabeza, esperando a que mi novio se moviera por mis ajetreados movimientos, pero no lo hizo, se quedó quieto esperando a que encontrara un mejor lugar donde apoyar mi cabeza.

No le hizo falta saber que estaba mal, inmediatamente cuando no respondí a sus mensajes, cogió el coche y vino en mi busca para saber cómo me encontraba. Duramente abrí la puerta y salté en busca de sus brazos.

—     ¿Estás mejor? —volvió a preguntar.

Toqué la desnuda piel que dejaba su camisa con unos cuantos botones abiertos. Se notaba su bronceado por las largas horas que trabajaba en el parque de atracciones. A diferencia de mí, que siempre terminaba oculta del sol incluso en la playa.

¿Qué podía responderle?

Una parte de mí quería mentirle, y otra no.

—     No —fui sincera, —no sé qué me pasa.

Necesitaba que alguien me lo dijera.

—     Es duro perder a un amigo, Freya —el sol brillaba realmente fuerte, pero no me importaba. Mi mundo estaba oscuro, y las consecuencias era que el de Byron se adentraba en el mío para caer en la tristeza. —Hiciste todo lo posible.

Acabé contándole a Byron todas las crueles palabras que le dije a Ethan para apartarlo del lado de mi padre.

—     Él fue el único que estuvo junto a mi padre en los peores momentos de su vida. Es cierto que se conocen solo de unos cuantos meses, pero...no fui justa con ninguno de los dos —él apartó las lágrimas que volvieron a humedecer parte de su pecho—. Tenía que haberle pedido perdón.

Byron sacudió la cabeza, y lo miré a los ojos, ya que no lo hice en ningún momento.

—     Por una parte no estoy de acuerdo con lo que hiciste ayer. Ese hombre te podría haber hecho daño —gruñó, y ninguna lo había visto tan serio—. Y por otra —volvió a sonreír con la misma naturalidad de siempre, hasta con las mejillas sonrojadas—, admiro tu locura porque querías la felicidad de ciertas personas. Eres tan alocada —sus labios cada vez estaban más cerca de los míos, pero no daba el paso de besarme—, que me encantas.

No esperé más y rompí el poco espacio que me quedaba. Cuando besaba a Byron olvidaba a Ethan, pero olvidar era recordar cualquier momento de mi vida, y volvía a tener en mente a la persona que nos abandonó porque yo misma dije cuatro tonterías.

Ethan no era alguien que obedecía. Más bien, solía reírse de todo aquel que intentara hundirle.

¿Qué le pasaba conmigo?

Al apartarme de los labios de él, quedé con el cuerpo un poco más alzado, apoyando mis manos sobre Byron y dándome cuenta que los nervios recorrían mi cuerpo.

—     Esto no es justo.

Temblé.

—     Lo que no es justo es que pienses como otra persona —no lo entendí, ¿a qué se refería? —. No tengo delante a la Freya de siempre. La alegría que desprendes se ha esfumado, junto a tu sonrisa y tus gestos graciosos de este bello rostro —tocó mis mejillas. — ¿Qué haría la alocada Freya? Dímelo.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora