Bye, bye, Troy!

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—Os envidio —soltó de repente. Troy pasó por mi lado, ignorando mi mal humor y las ganas que tenía de golpearlo por presentarse sin avisar. Posó las manos en el cristal, y observó al bebé Evans. «Tengo que buscarle un nombre. »—Habéis hecho vuestra propia familia.

Tiré del gotero y quedé detrás de él.

Hacer críos era la cosa más fácil del mundo; lo difícil era parirlos. No sé cómo lo hacían las demás madres, pero a mí las piernas me seguía temblando y Ethan tardaría un tiempo antes de colarse entre mis piernas.

—Es lo mejor que me ha pasado —confesé. —Creí que Ethan era el amor de mi vida —quedé a su lado—pero hace unos días alguien se ganó el puesto número uno —sonreí e imaginé que entre mis brazos estaba nuestro hijo.

— ¿Cómo se llama?

Buena pregunta.

—Aún no tiene nombre —ambos reímos. —Troy...

Quería hablar de todo lo que sabía.

Me miró con una amplia sonrisa y pasó su brazo por encima de mis hombros. Con cuidado movió un pie y luego otro hasta pegar su cuerpo contra el mío. Sus dedos bajaron por el fino camisón cutre que llevaba. Antes de que su mano sostuviera mi teta lo detuve.

— ¿¡Qué haces!? —le grité cerca del oído. Apartó el brazo y miró en todas direcciones por miedo a que pensaran que estaba haciendo daño a una mujer. — ¿Ibas a tocarme...? Degenerado.

—Te han crecido —soltó una risa. —En el instituto eran tan pequeñas...que todos pensábamos que Freya Harrison no tenía tetas.

—Hijo de puta.

—Lo único que no ha cambiado es lo cariñosa que eres —me lanzó un beso. —Así sí que hubiera salido contigo.

— ¿Qué?

Enarqué una ceja.

—Te hubiera dado una oportunidad —tocó gracioso mi nariz y mostró esa sonrisa divertida que lucía desde hace años.

Lo que no recordaba es lo que pasó en el último curso.

—Te rechacé, Troy. Ya no me gustabas.

—Claro que sí— insistió.

—No.

—Qué sí.

— ¡Qué no! —volví a alzar la voz.

Él se encogió de hombros.

—Empates, Freya.

¿Por qué tenía que ganar? Porque era Troy; el imbécil de Troy.

—Lo que tú digas —moví la mano, quitándole importancia. —Volviendo a lo de antes, ¿qué quieres de nosotros?

—Escucharlo de ti. Dime que Ethan era stripper.

Lo miré a los ojos.

Negué con la cabeza.

—Me lo dices y me voy. Lo prometo —no me fiaba de él.

—No.

— ¿Era stripper? Dilo.

Si él tenía pruebas... ¿Qué quería exactamente de mí? ¿Grabarlo y hacer una estupidez?

—No quiero...

Una voz me calló.

Sus veloces pasos quedaron muy cerca de nosotros. Bajé la cabeza avergonzada y evité mirarlo en todo momento. Sus dedos alzaron mi barbilla, y ahí estaba, furioso mientras que su esposa sonreía.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora