Capítulo 18.

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—     No lo volveré a decir —cada vez estaba más nervioso. Podía ver como su mirada desprendía ira, y sobre todo una necesidad que no llegué a comprender. —Tienes que darme todo lo que llevas encima.

Él ni siquiera estaría satisfecho con lo poco que llevaba. Cometí el error de tentarle, así que no pararía hasta sacarme una gran cantidad de dinero.

El hombre bebido con ropa de mendigo, siguió clavando sus sucias uñas en mi antebrazo. No tenía tiempo para asquearme, el miedo me paralizó, algo raro en mí.

La sonante voz con la que le grité minutos anteriores, desapareció por un llanto. Sí, estaba llorando. Podía sentir la afilada hoja de metal contra mi cuello, robándome el aire.

Solo pensé en la ira de mi padre cuando se enterara que había salido de casa sin permiso. Pero estaba muy equivocada. Mi muerte lo derrumbaría por completo.

Forcejeé con su cuerpo, intentando liberarme de los brazos que me sujetaban y me hacían mucho más débil de lo que era. Estar bajo una farola que no alumbraba, no era mi ayuda, ya que nadie nos podía ver. Éramos sombras en una noche que poco a poco empezó a ser fría.

—     ¡Socorro! —grité.

Cuando los inyectados ojos en sangre del hombre me miraron por el gritó que solté, me empujó para tirarme contra el suelo y poder tener un acceso más directo a mis bolsillos o cuello.

¿Iba a morir?

—     ¡Eeh! —unos acelerados pasos resonaron en la solitaria calle.

No miré al chico que se acercaba hasta nosotros, solo me quedé mirando mi rodilla. El imbécil consiguió que cayera contra la botella de alcohol que él mismo arrojó.

Los cristales quedaron ocultos bajo la piel de mi rodilla. La sangre cubrió mis manos, y parte de la acera.

—     Llamaré a la policía.

Aquellos no fueron los únicos gritos, después de él llegó otro chico que encaró al alcohólico.

Alcé la cabeza lentamente encontrándome con uno de mis héroes de la noche. Era Daniel, el chico que nos dejaba entrar en poom's sin identificación.

Le sonreí, olvidándome del terrible dolor.

—     ¿Estás bien? —preguntó levantándome del suelo.

Asentí con la cabeza.

—     Sí —los gruñidos del fondo me callaron—.¿Y tu amigo?

Esperaba que su amigo, el que fue detrás de él, estuviera bien.

—     Ethan se las apañará.

¿Había dicho Ethan?

Daniel siguió caminando conmigo en brazos, y aproveché para mirar por encima de su hombro, encontrándome con Ethan golpeando al hombre que intentó robarme lo poco que llevaba.

El mendigo se encontraba en el suelo, arrodillado y con las manos tapando la hemorragia nasal. No solo había sangre mía, también la de él, pero ese hombre no era un inocente.

—     Gracias —susurré fija en Ethan.

Él dejó de golpear al hombre, y se miró los puños. Estaba vestido con un blanco albornoz, como si hubiera dejado a medias un espectáculo y hubiera salido corriendo solo para ayudarme a mí. Imaginé que Daniel le había avisado que fui a verle, y después mis gritos los alertaron.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora