43. Reencuentro

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Cuando mis ojos se abrieron, lo primero que pude notar fue la paja que hacía de cama a mí alrededor, más que nada, la sequedad con la que el forraje se pegaba a mis mejillas envueltas en lágrimas y un dolor increíble de cabeza. ¿En dónde estaba? ¿Cómo había llegado aquí? Traté de levantarme con lentitud, ya que el pesar el cual mi cuerpo experimentaba ahora ya lo había sentido hacía unos días y eso significaba que eso no había sido solo sueño;  lo que había visto en la Tierra de Morfeo ya había pasado antes.

Intenté recordarlo todo estando sentada y escuchando a los caballos relinchar por mí presencia. La imagen de mi hermanastro pequeño siendo observado con desprecio me pegó como flecha en el pecho y no pude evitar hacer una mueca de desagrado. ¿Él había sido víctima también? Cerré los ojos al recordar entonces la voz de Volker, esa que se había dirigido a Bryant cuando él tenía tan solo doce años. Mi cuerpo se paralizó al escuchar sus últimas frases, esas que me golpearon en las memorias con ímpetu y auge. Mi cuerpo tembló como nunca. ¿Evangeline se había acostado con… el príncipe?

Me quedé perpleja mirando el suelo lleno de polvo y heno, evocando entonces la carta que se había pegado a mis labios desde que había salido de casa en Bloody Town. Si bien recordaba el texto, ella no se había acostado con él. A Evangeline la habían violado y eso lo apremiaba el sueño que había tenido.

Sonreí victoriosa al descifrarlo todo más entonces recordé ese último sueño que supuestamente le daba crédito a lo que decía Evangeline. Ese en donde Liam lloraba desquiciado en la oscura profundidad de su despacho.

Mi sonrisa se borró de mi cara. Si él la había oído gemir entonces… ¿era una violación o no? Mi mente escoció por tanto que pensaba y no pude evitar tomarme la sien con fuerza.   

—Te dolerá si sigues pensando así. —La voz del que a mi parecer había sido mi hermanastro, se escuchó a lo lejos. Mi rostro se giró hacia donde estaba la gran y vieja puerta de madera. Bryant caminaba con elegancia hacía mi—. Con un buen desayuno bastará para que se calme.

—¿Bryant?

El vampiro de los ahora ojos verdes llegó a mí en silencio, mirándome de una manera entre feliz y preocupada.

—Estamos en la caballeriza —Soltó de pronto—. Has estado aquí por un par de horas nada más.

Mi cuerpo vibró al escucharle. ¿La caballeriza? ¿Ya había cruzado parte de la Mansión Dagon mientras dormía? ¿Qué es que Liam no se había dado cuenta? Yo suponía que el olor de una humana atormentada en sueños debía de oler bastante bien, ¿por qué no había venido a recibirme como lo sabía hacer él?

—Tranquila, no estaba en casa —Bryant leyó mis pensamientos—. Estaba fuera por asuntos de trabajo pero ahora que ha regresado, parece no haberte olido. Ha estado en su estudio desde el mediodía. 

Le miré aterrada. Esto significaba que me percibiría con dar un pie afuera.

—Cálmate —Bryant pareció entenderme con tan solo verme—. Él nunca pisa este lugar y creo que tú debes saber muy bien el por qué.

Sosegué mi corazón alterado pero no pude evitar mirar sorprendida a quien tenía frente a mí. ¿Cómo era que lo sabía? ¿Cómo era posible que él entendiera que estaba hecha un caos por dentro?

—¿Cómo… cómo lo sabes? —solté casi por inercia.

—Yo… leí su diario.

—¿Es una broma, verdad? —Le sonreí levemente.

—No, no estoy bromeando —añadió para volverme a poner tensa—. Cuando tenía doce años, después de lo que Volker me dijo, no pude evitar sentirme curioso. No entendía realmente lo que aquel sujeto decía y quería entenderlo todo; creo que ese ha sido el error más grande que he cometido en mi vida.

Era vampiricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora