31. La boca del lobo

58.2K 3.1K 274
                                    

Tras sus palabras, pude sentir como su mano volvía a estirarme para que camináramos más aprisa. Mi boca yacía perpleja, no podía siquiera entender que era lo que había pasado. ¿Había declarado mi adición en su viaje? Temblé como nunca antes. Realmente, no deseaba ni verle. ¿Cómo sería capaz de ir con él a quien sabe dónde? Respire con fuerza mientras sentía como me llevaba de nuevo a aquella alcoba donde yacía la poca ropa que había traído de casa.

—Empaca para tres días —Soltó dejándome libre—. Tienes cinco minutos

No intente ni mirarle. Estaba hecha roca con sus palabras. ¿Cuál sería nuestro destino? ¿Me volvería a dejar en un bosque? ¿Para qué quería que llevase ropa, entonces? Trague saliva con cierto miedo al recordar el supuesto castigo que aún no me ponía por bajar a la cocina sin permiso.

Cerré los ojos con fuerza intentando pensar en que debería de hacer. Mi obligación era cumplir todos sus caprichos, pero mi subconsciente recordaba la promesa que había hecho; ser una muñeca.

—¿Qué no me escuchaste? —Liam bramó tras de mí— He dicho que empaques

Su grito no hizo más que endurecerme aún más de lo que ya estaba. ¿Cómo pensaba que podría andar como si nada? No sabía a dónde iría. Estaba asustada por su presencia y su voz.

—¿Estas ignorándome? —Escuche sus pasos acercarse— ¿Quién te crees para silenciar mis preguntas en el aire?

Pude sentir su mano tocarme de nuevo. Su tacto no era agradable ni gentil. Por cómo me aprisionaba el hombro, era claro su enojo. Estaba enfurecido por mi atrevimiento. Respire con fuerza cuando me obligo a girarme por completo, justo para mirarle como él quería.

Mis ojos grises se posicionaron con confusión en su mirada de fuego. Esta, que pareció algo sorprendida por encontrarme en tal estado, simplemente se encendió más de lo que ya estaba.

—¿Por qué me miras así? —Soltó entre dientes— ¿Quién te crees para mirarme así?

Mi rostro pareció encenderse casi después de sus preguntas. Mi cuerpo se movió torpe pero por si mismo. Mis manos, cual temblorosas como gelatina, fueron directas hacia los cajones, sacando casi todo por mera consciencia. No quería admitirlo, pero aquella voz me hacía hacer cosas que odiaba. Por más que tratase ir en contra de sus caprichos, su mera presencia me dominaba por completo… y creo que Liam lo sabía.

Sin querer observarlo ni una sola vez más, saque a velocidad inhumana lo que necesitaría para el viaje. No deseaba hacerle esperar, no quería pensar en lo que pasaría si eso pasaba.

—Lista… —Solté perturbada por verme terminar, pero mirando el suelo tan cabizbaja como si no quisiera irme del lugar que tanto me había visto sufrir

—Bryant —Su voz hizo que volteara al frente. El recién llamado ya estaba en la puerta

—¿Mi lord?

—Toma sus cosas —dijo mientras le veía entrar al cuarto—. Y Bryant…

Se hizo un silencio.

Era vampiricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora