52. Venganza

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Andaba de un lado a otro en aquella destruida habitación en la que había pasado una gran parte de mi eternidad completamente solo; las botellas de licor roto ya no estaban ahí y aquel sosegado líquido había manchado el piso de madera. La mancha oscura que en él había quedado yacía como testigo de mi desesperación... de aquella bestia enjaulada y hambrienta que no dejaba de moverse.

Sabía que debía correr hasta donde ella estaba, rescatarla cuanto antes y envolverla en el nuevo mundo que hasta ahora podía comprender que siempre había estado ahí esperándome. Sin embargo, mi "hijo" y su novia no me dejaban irme. Bryant trazaba algunos planos y aquella niña entrometida me miraba con cierto miedo en sus pupilas.

¿Por qué se tardaban tanto? Por cada segundo que pasaba lo único que podía imaginarme era aquel rostro bañado en lágrimas, culpándome y deseando morir. ¿Por qué no estaba ya ahí, abrazándola e impidiéndole escapar más de mí? Mis uñas se clavaron en mi puño y mis venas saltaron por la ira. ¿Por qué debería esperar más tiempo? Si no actuaba ahora, tal vez ella estaba siendo torturada o posiblemente...

Aquel pensamiento de muerte me hizo romper mi copa. Bryant volteó a verme con cierto cansancio.

—Padre, debes calmarte.

Volteé a ver a aquel chiquillo mientras apretaba la mandíbula.

—No me digas que hacer...

No quería escuchar y era claro que no quería aceptarlo; estaba actuando como un mocoso de nuevo. ¿El motivo? No quería perderla. No quería que se me fuera de nuevo algo de las manos. Estaba tan cerca...

Las ansias me corrompían.

Por un lado quería ir ahí de una buena vez para matarlos a todos; pero por el otro, discernía que no podía apresurarme y entrar a aquella mansión como si pudiese derrotar a una manada de vampiros con mis propias manos. Era cierto que mi poder había regresado hacía unos cuantos días pero aquellos hombres habían tenido su poder siempre consigo.

Aunque el consejo estaba formado por vampiros que habían pasado una vida de lujos y muy pocos de ellos entendían bien lo que era trabajar por algo o pelear, sabía que no podía simplemente aparecer ahí de la nada con mis manos vacías. Tener a un experto en el combate cuerpo a cuerpo de la primera guerra mundial y a mi hijo como aliados de alguna forma equilibraba un tanto la balanza, pero no era suficiente. Necesitaba más poder ya qué, Adam me había acompañado en el ejército y a Bryant le había enseñado todo lo que sabía, no era suficiente para vencerlos a todos.

Otra llamada fallida me alertó del poco tiempo que teníamos.

Bryant había tratado de comunicarse con todos los que Volker había despreciado en el pasado; pero incluso y aunque el odio les revolvía el estómago, ninguno de ellos tenían los huevos bien puestos. Nadie había aceptado unirse a mi revolución.

Y era claro que nadie lo haría...

Había pisoteado a todos, manchado mi imagen con sangre y torturas. ¿Por qué deberían ayudarme? Me acaricié la cien con cierta lástima. Esto yo me lo había buscado pero no sería esto lo que me detendría.

¿Nadie quería apoyarme? ¡Bien! No los necesitaba.

Me detuve en seco. Bryant entendió aquello y dejó el teléfono alarmado.

—Debemos tener refuerzos...

—Bryant... —le llamé con fuerza. Estaba enojado. Me molestaba aquella actitud de omnipotencia que había tomado al verme tan inestable hacía unos cuantos minutos; cuando me había encontrado en el bosque—. Que te quedé claro esto: tú haces lo que yo diga. Y si yo digo: ve y muere en la guerra, tú haces justamente eso. No necesitamos a nadie. Adam es nuestro aliado y sabes bien que todos los demás no valen la pena. Entrarás cuando yo diga y matarás al que sea necesario.

Era vampiricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora