Capitulo 1 Impetuosa

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Capítulo 1 Impetuosa

—¡Madre! ¡Sabes que no me importa lo que me digas, como quiera me voy a cabalgar! No sé por qué me sigues molestando si de todas maneras lo voy a hacer—, una desafiante jovencita discutía con su madre mientras se vestía de manera un poco impúdica ...

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—¡Madre! ¡Sabes que no me importa lo que me digas, como quiera me voy a cabalgar! No sé por qué me sigues molestando si de todas maneras lo voy a hacer—, una desafiante jovencita discutía con su madre mientras se vestía de manera un poco impúdica para montar a caballo ante los regaños sordos de esta.

—¡Pero Leila, por Dios! Por lo menos vístete como una dama... como la hija del conde de Suavia que eres. Ponte un vestido holgado si vas a montar por la serranía, mira que la brisa ya sopla fuerte y fría desde el lago. Ya que intentas disfrazarte de caballero con esa ropa tan ajustada y masculina, al menos usa una capa—, a punto de un infarto, la condesa observaba como su hija se ajustaba el cinto de una túnica corta dejando algo descubierto sus pechos y los pliegues ajustados de la bragas en el área de las caderas.

La madre palidecía casi del desmayo y Leila simplemente se acomodaba sus pechos redondeados de forma indecorosa, buscando provocarle más, frente al gran espejo ovalado de su dormitorio. Seguido, se ajustaba el corsé de cuero negro que delineaba su estrecha cintura, mientras sonreía.

Con destreza, trenzaba sus lacios cabellos de azabache y se contemplaba orgullosa. Leila era una niña sumamente bella. Frente al espejo posaba. Las bragas eran la pieza perfecta para que sus largas piernas se delinearan sensualmente hasta terminar en unas botas de montar de cuero negro que la hacían lucir como una Amazona medieval. Leila sonreía altiva, complacida con su reflejo. Sus grandes ojos negros vivarachos y coquetos miraban por el espejo la imagen mortificada de su madre mientras esta seguía con la cantaleta a sus espaldas.

—¿Qué es todo este escándalo mujer? ¡Se te escucha hasta la sala de estar!—, el conde hacía su entrada en la alcoba de Leila.

—¿Escándalo dices? ¡Escándalo el que va a formar tu hija cuando salga así vestida a cabalgar sola por la serranía! ¡Es que me va a matar del corazón esta desvergonzada hija tuya, Bruce!

—Leila... te he dicho que no mortifiques tanto a tu madre... a ver, ¿para dónde vas a cabalgar?— el conde Bruce tomaba de las manos amorosamente a su hija. La condesa estaba que echaba humo parada en la puerta contemplando la falta de carácter de su marido.

—Mi adorado padre—, hablaba Leila con voz aniñada mientras abrazaba y besaba a su padre con ademanes de soborno—, sabes que siempre cabalgo por la arboleda alrededor del castillo y llego hasta la colina para ver el lago de Constanza... No sé por qué mi madre pelea tanto. Sabes cuánto amo cabalgar.

—Lo malo no es que montes a caballo, es que lo haces sola y vestida así... Dile algo por favor, Bruce—, protestaba de inmediato la madre de Leila.

—¿Pero qué tiene de malo mi ropa? ¿Qué prefieres, que monte con faldas y que se me vean los refajos?—Leila le contestaba de manera insolente a su madre.

—¡Leila!

—¡Madre!

—¡Bertha! ¡Basta! ¡Ya está bueno de peleas!—, el conde se paraba en medio de su esposa y su hija.

LeilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora