Votos Rotos pt2.

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Me ahogué, me ahogué con el aire que intentaba desesperadamente respirar, me ahogué con las palabras que no pude decir pero que mis ojos habían reflejado en los suyos. Supe que él me había entendido en el momento que sin decir más enterró las manos en mi cabello y apoyó su frente en la mía.

- Diablos...- murmuró bajito, para sí mismo- tu lealtad acabará por matarte Raven ¿por qué no puedes confiar en mi? - cuando levantó su mirada y la trabó con la mia una vez más, mis piernas volvieron a temblar, el plomo fundido en sus ojos ahora brillaba con intensidad y con algún sentimiento que yo todavía no podía describir,  una leve caricia rozó mi pómulo una vez más antes de soltarme con la delicadeza más pura que alguna vez conocí. ¿Cómo explicar esa sensación de quiebre, mientras veía su dura espalda alejarse?

-No. No te vayas. - le imploré en un tono que solo un lobo podría haber escuchado. En su lugar, el detuvo sus pasos y me miró de costado, antes de tomar una profunda inspiración y continuar su camino con lentitud.

- No lo haré, aún.

El tiempo en que formulaba su oración me dejó en claro su sentimiento. Me sentía como si me hubiesen dado el segundo ultimátum del día, y tal vez hasta así fuera, pero también entendí la diferencia: la intensidad de las palabras de Ryan no eran algo con lo que pudiese bromear.

Sin siquiera notarlo estaba siguiendo sus pasos, hasta que por un momento recordé que detrás mio colgaba una pintura, a la que las cortinas ya no se molestaban en ocultar. Me quedé helada cuando profundicé mi mirada en la imagen, suaves pinceladas continuas y constantes dibujaban la figura de una mujer que posaba al lado de un trono vacío; la silla no era realmente lo importante aunque pude distinguir la sutileza del terciopelo rojo en ella y la fuerza de roble con que estaba forjada, eso por supuesto, me llevó a preguntarme qué tenían los lobos con el rojo (o más bien el borgoña) y por qué aparecía en todos lados, pero más allá de ello lo que me dejó helada fue la mujer, enfundada en un vestido azul con su falda interina de un tenue blanco, muy al estilo victoriano, llevaba en su cuello una gargantilla negra con un dije ovalado del mismo color que su falda, el cabello recogido en un moño adornado por cintas a juego, y posaba elegantemente con su mano derecha apoyada en aquél antiguo mueble, una mano en cuyo índice yacía un anillo que lucía un rubí brillante (incluso para el dibujo), dentro de una banda plateada tan ovalada como su gargantilla. Eso me llamó la atención, así que me acerqué nuevamente a la pintura y observé con detenimiento el accesorio que me resultaba tan familiar. 

Y ahí estaba.

Era el anillo que Ryan llevaba siempre en su dedo anular derecho, al que pude observar más de cerca mientras me había acariciado.
Habiendo notado esto, ignoré mi sonrojo ante su aparición en mis pensamientos y me dispuse a mirar los rasgos de la mujer con mayor detenimiento. Su tez clara no era algo que me sorprendiera, pero lo estilizado de su figura podía lograr la envidia de cualquier mortal, sin mencionar que su cabello era de un intenso negro con un rostro de añiñada feminidad, de ojos grandes y atentos, casi con un indicio oriental en ellos, y largas pestañas igual de negras que su pelo; y sus labios, sus labios eran llenos en una forma sutil y adornaban a una nariz casi perfecta.

¿Quién era está mujer?

Algo en mi corazón palpitó más fuerte cuando entendí que no me lo preguntaba con buenas intenciones, y con el miedo de permanecer sola por más rato en aquél hueco, decidí apresurarme por las escaleras de vuelta a mi dormitorio.
No voy a decir que fue fácil hacerlo porque sería una absoluta falacia. Di vueltas como una calesita y me equivoqué en cada esquina, odiando realmente fuerte lo que yo denominaría como la peor "mepierdofobia" que pudo haberme agarrado, pero después de poco más de dos horas, logré aterrizar en mi cama.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2019 ⏰

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