Sentir algo por Kem Wood no está en los planes de Ruby Graham, no después de que él le arrojara agua desde su balcón y estropeara su libro. Sin embargo, cuando los sentimientos comienzan a florecer, las traiciones y los celos también lo hacen.
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Era gracioso ver cómo el cachorro se acurrucaba contra mí o Kem, ya no parecía estar asustado alrededor de las personas. Por lo menos no de Kem y yo.
El susodicho estaba recostado en la pared de la sala cuidando que el pequeño canino no se golpeara contra nada, aún era muy pequeño y estaba herido. El veterinario había dicho que tenía apenas tres meses y estaba en estado de abandono por sus dueños.
Qué mierda de dueños. ¿Cómo podían haberlo abandonado siendo tan pequeño? Era por eso que se había lastimado la patita; sin embargo, gracias a los medicamentos que el veterinario le recetó, el cachorro parecía más entusiasmado.
Cuando llegamos a mi apartamento el cachorro pudo recorrer la casa porque como siempre, mis padres no estaban. Kem era el encargado de que nada malo le sucediera, ni al cachorro ni al lugar, no quería que mis padres sospecharan algo.
El único gran problema fue que Kem había enviado un mensaje a su hermano y éste a su vez a su hermana, y así la cadena fue esparciéndose.
En diez minutos teníamos a nuestros amigos aquí pidiendo conocer al cachorro.
Y por amigos me refería a Kylan, Amber, Henry, Dan, Ada, y Kara. Todos ellos estaban en mi apartamento viendo a un cachorro moverse de un lado a otro mientras cojeaba.
—Sabes que ahora tenemos un hijo, ¿verdad, bizcochito? —susurró Kem hacia mí.
Intenté no sonreír en respuesta.
—Ya quisieras, Kem Woods —respondí. Me crucé de brazos, consciente de que todos los ojos en la habitación estaban sobre mí—. Ahora debemos discutir el nombre de nuestro pequeño, no es justo que le pusieras Kiwi. No me gusta ese nombre; es un cachorro, no una fruta.
Kem parecía entretenido.
—Acepto el reto —dijo observando al cachorro en los brazos de su hermano Kylan—. ¿Cómo quieres llamarlo?
—Yo opino que debería llamarse Bicho —dijo Henry levantando la mano—. Es original y perfecto para esa pequeña bola de pelos.
Amber arqueó una ceja.
—¿Bicho? —negó chasqueando la lengua—. Qué mierda de nombre. Yo creo que debería llamarse Max.
Fruncí el ceño.
—¿Max? —repetí—. ¿Como tu ex novio? No gracias, no quiero que mi pequeño corra con esa suerte.
Amber había tenido un novio llamado así en la secundaria, cuando teníamos catorce años. Fue su primer novio y terminaron a las dos semanas porque Amber quería ir al cine pero los padres de Max no lo dejaban salir a la calle en la noche. Amber montó una pelea y terminaron en el patio del colegio. Nadie supo nada de Max al año siguiente. Desapareció del colegio y nunca volvió.
Dan intervino sonriendo, como si recordara a Max.
—Sí, no queremos que el cachorro esté traumatizado de por vida. —Juntó las manos y me miró—. Tal vez debería llamarse Peke.
