Especial Enif: Parte 3

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Si bien mi consciencia me había recriminado por haber "traicionado" a mi familia, a Orión, no me arrepentía. Al menos no todavía. Incluso tuve la desfachatez de ir en otra oportunidad con Arturo y, aunque no lo había planeado, terminamos haciéndolo de nuevo. Con más libertad, con más confianza, por más tiempo... Era como viajar lejos, olvidar todo, y volver de golpe.

Gocé sobre él en una tercera ocasión, sus manos y su boca recorriéndome. Me decía hermosas palabras, que ya nunca iba a separarse de mí, que era mío para siempre. Me decía que yo era hermosa, que le fascinaba. Iba a pelear por mí.

Era demasiado bueno todo como para que no hubiera repercusiones. Y era demasiado rico como para dejar de hacerlo. Quería todo, pero solo con él.

Sin embargo, como dije, no me había arrepentido... todavía...


La primera señal de que algo no andaba bien, fue que no vino mi periodo en la fecha que debía. No me había preocupado mucho, pues a veces pasaba que demoraba un par de días extra o incluso a veces llegaba antes, pero empecé a tener una especie de mini angustia luego de una semana.

—Enif —llamó mamá. Volteé a verla, estábamos alistándonos para ir a cazar algo—. No ha venido tu periodo.

Era normal que supiera cuándo venía, aunque no sabía hasta qué punto ella llevaba la cuenta.

—N-no.

Alzó la vista, estudiándome con sus intensos ojos felinos.

—¿Sabes a qué puede deberse?

Me encogí de hombros con algo de nerviosismo. Papá nos miró a ambas y luego a ella.

—Es normal que a veces no llegue, ¿o me equivoco? —trató de calmarla.

Mamá suspiró.

—Sí, a veces pasa. —Terminó de alistar sus cosas—. Bueno, te has de haber desbalanceado. Vamos.

¿Desbalanceado? ... Sí, quizá mi cuerpo se había desbalanceado por alguna razón, por hacer algo que no debía, tal vez.

Apreté los labios. No me sentía muy bien, y no era malestar físico, sentía que quizá mi mentira, el ocultar cosas, había desbalanceado todo con mi cuerpo incluido.


Pasó otra semana y mi preocupación iba en crecimiento. Cada día que despertaba y no había llegado, era una punzada más de angustia. Luego, era cada hora, o cada momento en el que me acordaba.


—Enif —Arturo venía, así que aceleré mi paso—. Enif, háblame. ¿Hice algo mal? Lo siento...

—No. Todo está bien, solo estoy muy ocupada estos días. Por favor, déjame. —Y corrí, ya que algunos que pasaban caminando probablemente habían escuchado.

No quería verlo además, estaba muy angustiada y pensativa y no quería que creyera que algo me pasaba por causa suya. Pensé que, aunque me doliera, quizá si no lo veía y dejaba de traicionar a Orión y a mi familia, mi desbalance se iría y todo volvería a la normalidad...

Pero no... No entendía. ¿Acaso era por lo que había hecho? No sabía qué tenía que ver, pero mi cerebro empezaba a conectar cables. Orión había dicho que te daban un hijo así. No había escuchado toda la charla y ahora me arrepentía.

¿Qué pasaba si así era como se tenían los hijos? Aunque era absurdo, pero nunca había visto alguna señal sobre eso.


Terminé, por consejo de mi amiga Carina, en la oficina de una anciana que podía ver si estabas enfermo. Nosotros rara vez nos enfermábamos, pero quizá yo tenía algo así.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora