Capítulo 28: Desafortunada intervención

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Desperté con sus suaves caricias, y además uno que otro dulce beso en mi rostro. Sonreí.

—Buen día mi amado.

Me sonrió.

—Buen día, ¿ya estás mejor?

—Oh sí —susurré mientras me acercaba a besarlo.

Su celular sonó, estaba abandonado por algún lado del escritorio. Él no parecía tener intenciones de contestar. Sonreí y me separé, busqué el aparato y se lo di, lo recibió con una sonrisa de desgano.

—Qué —respondió cortante.

Reí en silencio y pasé al baño a alistarme para empezar el día.


***

Sirio me dijo que Max quería infiltrarse en las instalaciones de los de seguridad. Me preocupé, no dejé que se fuera sin antes darle un suave y apasionado beso. A él le había dado los besos más largos de mi vida, y tampoco quería besar a otro ya, obviamente.

En el laboratorio las cosas seguían iguales, pero hoy solo yo parecía estar completamente feliz. Aunque cuando vi que había llegado un nuevo cuerpo, me angustié.

Empezamos a examinarlo. Me estremecía la idea de pensar en quién podría haber sido de no existir esta tonta lucha entre especies. Eran otra forma de vida inteligente, una nueva humanidad, y tenían sus cosas buenas. No sabía por qué el gobierno no podía ver eso.

Tampoco pude evitar pensar en qué hubiera pasado si Sirio hubiera caído en las manos de esos hombres, si Orión no lo hubiera enviado a mí, si yo no le hubiera conocido... No era justo para esos evolucionados.


***

Después de almorzar me alisté para ir a tratar de sacar cita con el gobernador, quizá podría convencerlo de ser el primer Estado que integrara las dos culturas, o que por lo menos permitiera vivir en paz con ellos. Así otros estados seguirían nuestro ejemplo. Rosy ya estaba lista y esperándome en el hall de ingreso.

—Luego de hacer ese trámite podemos tener una tarde de chicas, ¿qué te parece? —preguntó haciéndome sonreír.

—Suena bien. Vamos.

Era un largo camino de casi una hora aunque no lo sentí, tuvimos que tomar dos trenes, a pesar de que esta ciudad no era tan enorme como otras megalópolis de otros estados. Le escribí un mensaje a Sirio: «Trataré de sacar cita y luego estaré por la ciudad con Rosy, te llamaré más tarde, te amo».

Sonreí satisfecha. Si él no sabía cómo leerlo iba a pedir ayuda y no me importaba si el molestoso de Max o la plagosa de Tania lo leían.

Bajamos en la estación central, ese lugar era todo un centro comercial subterráneo, así que tuve que llevar a Rosy hacia la salida casi a rastras porque ya quería ponerse a ver tiendas. La convencí de que lo haríamos luego, tal y como ya habíamos quedado.

La alcaldía estaba en un enorme edificio, nunca entendería por qué requerían de tanto espacio, pero en fin.

Ingresamos por las enormes puertas de grueso vidrio reforzado. Una elegante señorita nos esperaba en la enorme recepción. Habían algunos sillones de cuero negro, las paredes y el piso eran blancos, las columnas pintadas de plateado. La señorita se aclaró la garganta y volteamos a verla.

—¿Desean algo? —preguntó.

—Quisiera hablar con el gobernador —respondí.

—¿Tiene una cita?

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora