Capítulo 18: Compañía no grata

97.2K 4.5K 915
                                    

La chica se puso de pie y nos miró. Era algo más alta que yo. Tenía los ojos de un hermoso color celeste como el cielo, el cabello claro y rubio. Un aspecto bastante similar al de un gato salvaje. Pero Dios, tenía los músculos suavemente tonificados. Todos estaban en buena forma, incluso mujeres. Yo era una debilucha a su lado. Ella estaba con una camiseta blanca sencilla, pantalón negro y zapatillas.

—Sirio, ya volviste —dijo mientras se acercaba, con una suave voz perfecta.

Le rodeó el cuello con sus brazos y juntó su frente a la de él por un segundo para luego apartarse. Me ruboricé de los celos, no pude evitarlo, ya que ese gesto suyo me tomó por sorpresa.

Ella me miró como a un bicho raro.

—¿Y esta humana? —preguntó.

—Viene conmigo.

Ella lo miró sorprendida.

—¿Qué? —dijo casi horrorizada—. Escuché que habías vuelto a ver a tu madre, pero se supone que a la humana la dejabas con Orión.

—No, la dejaré en la capital.

—¡Estás loco! —Me miró con rabia y luego volvió a mirarlo a él—. ¿Quieres que te maten? Esto no estaba en el plan, ahora era cuando debías unirte a mí, no morirte.

Espera, ¡¿qué?!

Antonio negó con la cabeza y una leve sonrisa de despreocupación. Volteó a mirar un matorral cercano.

—Rigel, Deneb, salgan —ordenó.

Yo estaba con la boca abierta, ¿cómo que iba a unirse a ella? ¿Se refería al núcleo del que me había hablado aquel día? ¡¿Cómo era que había omitido ese detalle?! ¡Otra mentira, caramba!

La chica me miró indignada y luego con rabia de nuevo. Genial, me odiaba, y yo no esperaba menos. Del matorral salieron dos jóvenes. Yo hubiera jurado que eran humanos si no fuera porque ambos tenían un ojo de color celeste y el otro de color verde, gemelos.

—Perdóname —me dijo Antonio—, no te los he presentado. Ellos son los hermanos Rigel y Deneb —dijo señalándolos, ambos me sonrieron asustados—, y ella es Ursa —agregó señalando a la chica que lo miraba completamente indignada—, mi amiga.

«Perfecto, Ursa». Ella era una constelación de pura belleza, y me odiaba. Asentí lentamente y ella me dedicó una mueca.

—Voy a mostrarte mi cuidad, antes de que los hombres de Orión pasen buscándome.

Sí quería ver su ciudad, por supuesto que sí, pero no sabiendo que él podía morir, así no era como lo había imaginado... No quería...

Fui traspasada por la mirada de odio de la chica nuevamente, podía sentirla detrás de mí. ¿Así que ella había sido prácticamente su prometida? Me sentía completamente pequeña y patética a su lado, ella era majestuosa como un puma al igual que Sirio, y yo era una ardilla. Y peor, él iba a morir por haberme elegido por sobre su gente.

Caminamos un largo tramo, cada vez me ponía más ansiosa y me sobresalté al sentir que Antonio tomaba mi mano.

—Todo irá bien —susurró.

—Sí, bueno... Si no intentan matarme es algo bueno, ¿no? —dije casi en susurro.

Sonrió.

—No lo harían, yo no lo permitiría, y en verdad ellos no querrían enfrentarse a mí por muchas razones —respondió confiado.

Apreté un poco más su mano. No me gustaría ver que se enfrentaran por mí. Aunque ya llevaba su posible muerte sobre mi espalda. ¿Por qué demonios empezaba a sentirme culpable ahora yo?

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora