Capítulo 20: Para siempre

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Los pájaros cantaban sin parar en los árboles. Escuchaba conversación y algunos platos moviéndose, de hecho desde hacía más temprano, para luego haberme quedado dormida un poco mas. Al parecer tenían la costumbre de empezar el día antes de que el sol saliera. Oh vaya.

Alguien tocó a la puerta y reaccioné.

—Un segundo.

—Descuida, solo quería avisarte que el desayuno está listo.

Oh caramba...

—Enseguida voy, ¡gracias!

Tenía que alistarme a toda velocidad, ¡qué vergüenza!

Miré el jardín y me asusté al ver a su mamá regando algunos arbustos. Me miró de reojo. Confusa todavía le saludé con la mano y ella solo atinó a asentir apenas y a retirarse.

Quedé congelada. ¿Se habría dado cuenta de que besé a su hijo anoche y quería vigilar que no le hiciera nada cuando viniera a avisarme?

Sentí que mi rostro empezaba a quemar de la vergüenza, aunque quizá yo ya estaba volviéndome paranoica.


***

Para mi sorpresa los gemelos estaban en la sala.

—Hola, buen día —les saludé.

—Buenos días —respondieron los dos al mismo tiempo.

—Queríamos despedirlos —dijo uno de ellos.

—Pasen a desayunar —pidió la madre de Antonio.

—No, gracias, ya desayunamos —respondieron los dos nuevamente.

Puse la mochila en el suelo y escuché un ruido, como si un objeto de vidrio se hubiera posado. Abrí la mochila y busqué en el fondo, era una botella de leche. Que ¿todavía quedaba una? Me había preocupado tanto en envolverlas bien con ropa que no la había visto.

—Hey chicos —les dije—. ¿Quieren probar esto?

Ambos plantaron sus ojos de distinto color en la botella, miré a Antonio y él también estaba mirándola.

—Bueno, la repartiré.

La señora me puso tres vasos antes de que pudiera ponerme de pie para ir por ellos.

—Gracias —dije con una sonrisa.

Serví la leche en los vasos, procurando que ninguno tuviese más que el otro, y se los di. Antonio se la bebió enseguida, los gemelos acercaron los vasos a sus labios, se detuvieron unos segundos y la probaron. Ambos se miraron admirados y volvieron a beber.

—Genial, ¿qué es? —preguntó uno.

—Es leche de vaca, no sé por qué no la venden aquí —respondí.

—Ellos solo beben la leche materna por un tiempo —contó la madre de Antonio, todos volteamos a verla—, luego de eso no vuelven a saber de ella. Es extraño que los humanos produzcan en masa algo que no es para ellos, solo esperamos que esos animales no sufran sin necesidad.

Me impresioné.

—Bueno, sé que no es para nosotros pero... la consumimos desde hace milenios a decir verdad, y no, los animales no sufren, es decir, las vacas deben estar cómodas para dar leche, al igual que todos los animales...

Enif asintió con un leve movimiento de la cabeza


***

Emprendimos la marcha. Me sentí muy feliz cuando vi por fin que Enif abrazaba a su hijo y pegaba su frente a la de él, y de algún modo cuando me miró para despedirse sentí que me agradecía además. Nos dio algo de comida para el camino y salimos de casa. Los gemelos nos siguieron, querían acompañarnos hasta las afueras de la ciudad al parecer.

Ojos de gato Tentador [La versión de ella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora