❁ Capítulo #6

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-No, no, no, señor usted no debe estar aquí -comentó Aquata entrando en la sala. En su interior estaba muy nerviosa, pero intentaba no aparentarlo. Calma, todo estará bien pensaba-. Mira -dijo girándose y quedando de cara hacia su madre-. Nosotras ya somos mayores, y el como nuestro profesor universitario no tiene nada que ver con nuestra vida.

-Pero nosotros como padres nos preocupamos por ti.

-Pues no lo hagan porque yo estoy muy segura de tener excelente nota en la clase ¿vale?

-Señorita -interrumpió el señor levantándose en ese momento del sofá en donde estaba sentado-. No creo que sea seguro que esté a estas horas de la noche caminando por ahí. Le he avisado a sus padres que hay cosas extrañas en este sitio y que han desaparecido adolescentes como usted anteriormente. No solo me preocupo por su clase, sino por el bienestar de usted y su familia.

-Si, lo que diga -soltó con sarcasmo-. El mal no puede proteger a otros del mal -murmuró.

-¿Qué ha dicho? -preguntó.

-No, nada. Si me disculpan me iré a mi cuarto.

Aquata subió la escaleras en dirección a su cuarto mientras mantenía su cabeza abajo mirando las tejas del piso. Todo lo que había ocurrido había sido muy rápido y siquiera había tenido tiempo para analizar lo que había visto y oído. Andrés y Shirley se habían quedado abajo charlando con el profesor y sus padres, pero ella no había podido aguantar más.

Haló de debajo de su matre un cuaderno y de la gaveta un lápiz.

-A ver, a ver ¿cómo eras? -se preguntó a su misma mientras trazaba con el lápiz figuras intentando recordar el arpía-. Tenías plumas en las piernas, y dientes afilados -murmuró. Estaba hablándole sola a un pedazo de papel. Si la hubieras visto en ese momento pensarías que estaba loca. Y si, probablemente después de todo ese marrón yo también lo estuviera, pero ella intentaba quedarse positiva en resolver el misterio de las arpías.

-¿Qué miras? -una voz la asustó. La rubia cerró el cuaderno de repente y se tiró sobre la cama-. Que te he visto, tonta. ¿Qué dibujabas? Nunca lo haces.

-Nada, Oceanía, ¿qué quieres?

-Estás muy aturdida últimamente ¿pasa algo? ¿Sigues imaginando arpías?

-Si, sigo imaginando arpías -confesó.

-¿No crees que ya somos un poco grandes para cuentos de hadas?

-No, si las arpías no existen, tampoco los vampiros o las sirenas ¿no te jode?

-Calma, sabes que es todo causa del estress. Te he conseguido estos medicamento, -le extendió un frasco, y le colocó la mano en el hombro-. Todo estará bien ¿va? Solo actúa normal.

-Si, como digas -susurró.

Pero no todo estaba bien, Aquata se sentía débil. Sentía que nada iba a salir bien, y que todos morirían. Si, su mente era un poco exagerada, pero era algo terrible. Se acostó en su cama, y encendió la luz de su mesa de noche. No había luz de luna, puesto que aún no llegaba la luz de luna llena. Faltaban algunas semanas para ello. Aquata miró el techo de su cuarto, pero no lograba dormir. No había siquiera querido bañarse, pues el nerviosismo que tenía dentro la tenía tiesa. Podía oír a sus padres charlar amistosamente abajo con el profesor, y oía a Shirley y a Andrés hablar. Con el tiempo se había dado cuenta de que ser sirena conllevaba más que tener una cola al mojarse y una hermosa voz. Podía escuchar voces a largas distancias y podía controlar los estados del agua. No lo hacía muy bien, pero había logrado congelar sin querer una lata de refrescos con tan solo tocarla. Se había asustado, puesto que la sacó de la máquina de refrescos y un segundo después estaba como una piedra.

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora