Capítulo # 1 - Aparente normalidad

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—Ya estoy llegando, y espero que tu culo gordo esté esperándome en el portón cuando llegue.—Le demandó la rubia a su mejor amiga a través del teléfono móvil mientras se subía a su Volkswagen Beetle 2004 azul el cual había sido un obsequio de su padre en su cumpleaños número dieciséis.

—¡Avanza! —le gritó a su hermano el cual se daba todo el puesto del mundo por colocarse su ropa y bajar las escaleras—. ¿Tan difícil se te hace vestirte? —gruñó mientras encendía el motor del auto y tocaba la bocina repetidas veces.

—¡Ya voy! —Jake corrió hacia la puerta del frente.

—No debes tardarte tanto. Llegaré tarde es el primer día de este semestre y no quiero hacer una mala impresión en los maestros.

—Por eso no te preocupes, hermanis. Tú eres demasiado inteligente como para que los maestros te odien.

Anabelle gruñó mientras aceleraba fuera de la urbanización donde vivía. Una de las cosas que más detestaba era que la llamaran inteligente o le hicieran halagos por su capacidad para captar información rápido, o su alto promedio en la escuela.

Jake mantuvo sus manos presionadas contra la ventana todo el camino gritando extrañas frases como, "¡Mira, la casa de mi maestro de física!" "¡Mira! Tenemos que venir aquí la semana que viene para una fiesta." "Por aquí siempre caminan las tías más calientes." Anabelle detuvo el auto y apenas lo hizo Jake salió disparado por la puerta en dirección a la escuela.

Tomó su celular y lo conectó al auricular del auto mientras marcaba nuevamente el número de su única amiga: Amanda.

—¿Ha llegado ya Hamilton? —preguntó mientras ignoraba el semáforo rojo que tenía de frente. Típico de ella cuando andaba de prisa.

—¡Mujer! No pierdes ni un segundo —contestó su amiga a través del celular sacando a la extenuada rubia de sus malignos pensamientos acerca de no coger la carretera con tránsito y llegar más rápido por el carril de emergencias.

Hamilton era la sensación del colegio. La atracción de toda chica con ojos para los chicos, y también quizás el deseo de uno que otro chico. Mariscal de campo, alto, ojos almendrados, y facciones un poco orientales.

—Este año solamente me dedicaré a mis estudios y me olvidaré de los chicos — masculló entre dientes. Pero ella sabía que eso, ni ella se lo creía.

Desde la elemental Andrés había sido su amor platónico, el chico por el que moría. Incluso mantenía en su cajón una foto de él, la cual besaba cada noche antes de dormir. En octavo grado compartieron álgebra, y él se sentaba dos asientos atrás. Solamente le habló una vez en todo el año y fue para preguntarle cual era la suma de dos números positivos. Anabelle abrió la boca para contestarle, pero ya otra chica se había adelantado y le había pasado las respuestas, Shirley, una chica del equipo de porristas.

Ninguna de las porristas le caía bien a Anabelle a decir verdad. Una vez intentó audicionar para ellas, y Shirley la hizo hacer unas posiciones vergonzosas frente a las chicas populares y se rieron de ella.

—Bueno pesada, te veo en la escuela —chilló presionando el botón de <<finalizar>> de su celular de último modelo.

El verano había sido muy duro sin su padre. Todo se había reducido a estar en su casa cuidando de su hermano para que no hiciera ninguna de sus fechorías malvadas, las prácticas de fútbol de él, limpiar, una que otra extenuante cena y leer algunos libros. Eso de fiestas y amanecidas no existía en la vida de Anabelle, ella era más el típico chica invisible.

Ese maldito verano vulnerable la había hecho desear el jamás querer estar en su casa nuevamente. —No quiero estar en mi casa, no quiero estarlo —se habló a sí misma mientras aceleraba al doblar por la carretera de la escuela.

Aquarius - Una saga de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora