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Como cada sábado Alan fue casa de sus primos

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Como cada sábado Alan fue casa de sus primos. Nuevamente por culpa de Sophie no podrían salir a ningún lugar y sus opciones más divertidas eran quedarse a ver películas hasta el día siguiente. Sus otros amigos de seguro se les unirían más tarde, mas él quería tener un momento para hablar con Sophie. Ella y Camila eran muy buenas amigas, tal vez sabía algo al respecto. Antes de viajar, todo parecía perfecto con su novia, pero de pronto había dejado de dar señales de vida. Suponiendo lo peor, como decía Tiago, eso era el inicio de un inminente rompimiento.

La saludó cabizbajo y entró directamente hacia la sala, preguntándole si había recibido noticias de Camila.

—De ella no, para nada, la vi por televisión, está acompañando a su padre. ¿Sabes de quien sí recibí algo? de Aaron. —La chica parecía no compartir su preocupación, Alan la miró entrecerrando los ojos, él iba a contarle los dramas de su vida amorosa y ella le salía con el desconocido acosador de los comics—. Me mandó un nuevo capítulo, está genial, te hice una copia. —Entusiasmada le acercó el capítulo impreso y se puso a releerlo a su lado.

— ¡No quiero ver el maldito comic! ¡Quiero saber de una vez si Camila terminará conmigo o no! Estoy harto de tanta angustia. Si quiere terminar que lo diga y ya, pero ignorarme y pretender que no existo me está poniendo los nervios de punta.

—Dramático. —Sophie seguía perdida en las páginas del comic. Ni siquiera un drama amoroso de los que tanto le gustaban podía quitarle esa tonta sonrisa de la cara.

Su teléfono privado, ese del que por el momento solo amigos cercanos y familia estaban enterados, sonó y haciendo caso omiso a los berrinches de Alan miró el identificador.

—Es Camila, ¿ves? Los hombres siempre pensando lo peor.

— ¿Está Alan ahí? —Camila ni siquiera la saludó, la atacó directamente con su pregunta—. Sí ¿te lo paso? —Quiso acercarle el teléfono a su primo quien la observaba con una expresión de cachorro maltratado, impaciente por oír la voz de su novia, o ex novia, a esas alturas no estaba seguro.

— ¡No! —le gritó—. Si quisiera hablar con él, le habría llamado a él. Mándalo con tu hermano y ábreme la puerta, tengo que hablar contigo a solas, no le digas que estoy aquí.

Curiosa por saber qué era eso que Camila quería decirle sin que Alan se enterara, fingió que se iba la conexión.

—Se cortó, la señal es mejor arriba, Camila dice que te llamará, ¡corre! ¡Sube para que pueda entrar la llamada! —Lo incentivo como a un perro que se le tira un hueso. Ingenuamente Alan subió al segundo piso, esperando recibir esa tan deseada llamada.

Sophie también corrió a la puerta de entrada. Camila ya esperaba ahí, vestida y maquillada perfectamente como siempre, un poco más bronceada por el viaje que había realizado acompañando a su padre, un acaudalado empresario que hacía un par de años había decidido incursionar en la política, presentándose para las elecciones de ese año.

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