El comic de Aaron

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Una inmensa torre azul de caricatura se divisaba alto en el cielo

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Una inmensa torre azul de caricatura se divisaba alto en el cielo. Se observó a si misma sobre un caballo blanco, con una capa roja ondeando al viento y retiró de su rostro unas modernas gafas de sol para tener mayor visibilidad de su objetivo.

Un reloj gigante de cuerda brincaba a su lado, repitiéndole una y otra vez que se acercaba la hora.

—Ya sé, ya sé —respondió protestando—. Debo llegar a la torre, ¿puedes hacerlo caballo? —Le preguntó a su corcel, quien asintiendo con la cabeza se convirtió de inmediato en un gran dragón chino.

Sophie desenfundó su báculo mágico y lanzando su grito de guerra se elevó hacia la torre. Saltó desde su dragón y rompió el cristal de una ventana, ingresando con una ágil voltereta.

— ¡Ian! —gritó, buscando por todos lados, la habitación comenzaba a incendiarse por algún motivo inexplicable, haciendo su búsqueda más peligrosa y difícil que antes—. ¡Ian!—Gritó con alegría distinguiendo entre las llamas de fuego y el humo la silueta del muchacho. Corrió hacia él y se dio cuenta que estaba inconsciente, o dormido.

— ¡Ian despierta! —gritó zarandeándolo desesperadamente.

—No puedo. —Le respondió aún con los ojos cerrados.

— ¿Por qué no?

—Los conejos zombis no me dejan.

— ¿Qué? —preguntó con extrañeza y de pronto pequeñas sombras la rodearon. En medio de las llamas de fuego, tiernos conejos de peluche la miraban de una forma dulce y a la vez aterradora. Eso estaba mal, si algo le había enseñado la televisión era que mientras más dulce pareciera una criatura, más sanguinaria y peligrosa resultaba.

— ¡Ian debemos escapar! —gritó cargando con una fuerza impresionante al muchacho sobre su hombro, mientras que con una mano blandía su báculo y espantaba a los conejos. Empezó a abrirse paso para escapar y correr en línea recta hacia la ventana, donde su dragón la esperaba. De pronto, la distancia comenzó a alargarse, era como correr en el mismo lugar, no avanzaba. Al mirar abajo se dio cuenta que uno de los conejos la sostenía por la capa.

— ¡Sabía que no debía traer la capa! —protestó a tiempo que uno de los conejos le saltaba a la yugular.

Despertó de pronto perturbada y confundida. Estaba en su habitación, con la televisión encendida en una serie de anime.

—Diablos, esto y mi programa me están afectando seriamente el cerebro —dijo en voz alta, levantando a su gata, que dormía plácidamente sobre ella.

Al abrir la puerta de su habitación un gran bullicio terminó de despertarla. Lógico, sus padres estaban de viaje por su aniversario, así que su hermano Tiago aprovechaba de invitar a sus amigos para perder control en la casa.

Mi vida un showDonde viven las historias. Descúbrelo ahora