Deudas que pagar

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Tiago regresó apresurado esa mañana

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Tiago regresó apresurado esa mañana. Toda la noche había estado afuera con Martha, recorriendo las calles de la ciudad y grafiteando alguna pared. No tenía más tiempo que para recoger su mochila y correr hacia el colegio. Puso las llaves en la cerradura y la puerta se abrió de pronto. Ian salía, también apresurado, mordiendo una manzana que sería su desayuno.

—Yo que tú alisto las llaves del auto —fue lo único que le dijo antes de correr hacia las escaleras.

Sus palabras le dieron mala espina, pero no tenía tiempo de especular. Entró directo a agarrar su mochila y saltó del susto al ver salir a alguien de la habitación. Su hermana lo miró sorprendida y asustada. No necesitó preguntarle nada.

— ¡Maldito imbécil, lo voy a matar! —dijo intentando correr hacia la calle para darle alcance a su compañero.

—No vas matar a nadie y deja de gritar, tengo una resaca maldita. —Lo detuvo. La cabeza le dolía y no aguantaba los ruidos, no tenía ganas de escuchar a su hermano, ni a nadie.

Se sostenía el vestido con las manos, no llegaba al cierre así que se dio la vuelta y le pidió a su hermano que la ayudara.

—Qué horror —exclamó el chico y cerró el vestido con las puntas de los dedos, evitando tocarla más de lo necesario.

—Papá vendrá a recogerme en cualquier momento, si te lo cruzas le dirás que tú e Ian durmieron en la sala y yo en la habitación —le explicó seria, bastante desanimada, se sentía muy mal y de la noche anterior prefería ni acordarse.

—No voy a decirle eso.

—Sí vas a hacerlo, yo siempre te cubro.

Contestó con un gesto de desagrado, era verdad, jamás podría traicionarla, aunque no le gustaba nada la situación. Al final ese sería un asunto pendiente con Ian, ni bien lo encontrara esa tarde arreglarían cuentas.

— ¿Cómo es que papá te dejó pasar aquí la noche? y ¿Por qué volviste con Ian?

—Es una larga historia y no tengo ganas de contarla. No volví von Ian exactamente, es complicado.

El padre de los chicos llegó en ese momento y los dos se callaron de golpe. Sophie le avisó todavía desganada que iba por sus zapatos, dejando a los dos varones en un silencio incómodo.

—Así que aquí vives —dijo Nicolás, interrumpiendo el silencio.

—Sí...—Tiago respondió entre dientes.

—Pensé que estaría peor.

—Pues ya ves que no está tan mal como creías. Estoy tarde, adiós. —Se colgó la mochila del hombro y salió, agradeciendo porque su padre no lo hubiese interrogado sobre Sophie y la noche que había pasado ahí.

 —Se colgó la mochila del hombro y salió, agradeciendo porque su padre no lo hubiese interrogado sobre Sophie y la noche que había pasado ahí

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