Capitulo 11

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—Escuché que estaban intentando colarse a la oficina de la directora para ver los archivos –soltó Allison sentándose frente a Tyler y a Joe durante el desayuno.

—¿Qué haces aquí? –preguntó Joe con un suspiro, ella sonrió.

—Ayudarlos, claro.

—Quien te haya dicho eso, te mintió —le dijo Joe quitándole importancia.

—Además no tienes razones para ayudarnos —dijo Tyler, Joe no pudo evitar torcer los ojos.

—¿Entonces es verdad?

—¿Qué es lo que quieres, Allison?

—Ayudarte —soltó ella recargando su rostro sobre sus manos y mirándolos con una sonrisa—. A menos que el rumor de que has renunciado a la búsqueda de tu chica porque estás interesado en alguien más es verdad.

—¿Te das cuenta de que lo que dices no tiene ni pies ni cabeza? –preguntó Joe con el ceño fruncido.

—El despacho de la subdirectora no está asegurado por las noches pero acceder a la computadora de la secretaria es más fácil, tienen la misma base de datos y yo tengo la contraseña.

—¿Qué ganarías con ayudarnos?

—Nada, lo hago por los viejos tiempos.

—¿Qué estás tramando?

—¿Estamos negociando con terroristas? –preguntó Tyler con el ceño fruncido, Allison les entregó un pequeño cuadro de papel rosa con un usuario y una contraseña.

—La secretaria termina su turno a las seis y escuché que el velador está resfriado, así que sus rondas estarán más espaciadas o, con suerte, suspendidas. Considéralo, a no ser que quieras esperar a que el anuario se publique y ella se haya ido a la universidad antes de que pudieras dar con ella —Tyler la miró desaparecer y Joe tomó el papel.

—¿De verdad lo estás considerando? –le preguntó Tyler.

—No lo sé. No confío en ella.

—¿Estás consciente de que si te atrapan estarás expulsado antes de que amanezca? —Joe asintió guardando el papel en el bolsillo de su pantalón.

***

—De acuerdo, Liz, ¿por qué no me cuentas lo que soñaste?

—No fue un sueño —susurró ella, mirando fijamente a la pared, las manos ligeramente temblorosas.

—¿Qué fue, entonces? —preguntó la doctora suavemente, mirando a la chica por encima de su libreta.

Tenía la mirada perdida y llena de dolor, las mejillas hundidas y obscuras ojeras bajo sus ojos opacos; aquel día llevaba puesto un suéter rosa que la hacía ver diminuta, el opaco cabello amarrado sobre su cabeza de cualquier manera, con pasadores sujetando los mechones más cortos sobre su cabeza, algunos otros colgándole por los lados, movía los dedos huesudos una y otra vez, abriendo y cerrando los puños, y se jalaba las mangas cada cierto tiempo, compulsivamente, tratando de cubrirse los brazos. Sus delgadas piernas estaban sobre el sofá, su pie derecho se movía mientras ella veía hacia la pared, como si pudiera ver algo que nadie más veía, como si estuviera calculando la distancia entre ella y la puerta, como si hubiera una salida.

—No lo sé, pero no estaba soñando.

—¿Quieres contarme?

—¿Haría alguna diferencia? Nadie cree que sea real o no estaría aquí hablando con usted y sé que tampoco va a creerme jamás —la doctora dio un asentimiento pero en su mirada había compasión, en sus labios rojos una sonrisa amable—. Estaba en un jardín, un jardín lleno de rosas...

La Heredera (1) El Misterio del CastilloWhere stories live. Discover now