Capitulo 9

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—Buenos días —saludó Oliver ofreciéndole una taza de café, ella frunció el ceño.

—Gracias.

—Pensé que después de la fiesta de anoche necesitarías un poco de cafeína para activarte.

—Fue un baile sin una sola gota de alcohol.

—¿Y? Eso no significa que no fuera una noche ajetreada—ella torció los ojos.

—Ya que estás aquí y de nuevo saliste de la nada, necesito preguntarte, ¿cómo lo haces y cómo es que nunca me encuentro contigo? Te busqué por todas partes después de que me interceptaras en los jardines.

—Es un bloqueo muy sencillo. Como si pusiera un espejo frente a ti, me viste directo a los ojos en dos ocasiones pero no pudiste encontrarme —la chica frunció el ceño, recordaba haber tenido la sensación de que estaba muy cerca, recordaba haberse quedado quieta casi cinco minutos cerca de una de las cafeterías con la sensación de que estaba por ahí—. No te angusties, si eres quien dicen que eres, este tipo de cosas no te volverán a suceder.

—¿Si soy quien dicen? —repitió ella.

—¿Para qué me buscabas? —ella pensó si debía insistir para conseguir la respuesta o dejarlo pasar, optó por la segunda opción.

—Porque dijiste que podías ayudarme.

—Ah, eso. Ya lo hice, te llevé con Laura, ¿o no?

—Mmm, no estoy segura de que eso cuente como ayudar —él sonrió y la dejó entrar al aula primero. La profesora ya los esperaba ahí.

—Buenos días, chicos —saludó con la misma sonrisa radiante—. ¿Se divirtieron anoche?

—Algo.

—¡Por supuesto! —exclamó Oliver, se apresuró a contar su breve e intensa historia mientras Laura lo miraba con la misma sonrisa amable, quizá ni siquiera le estaba poniendo atención, le dio una mirada rápida y una sonrisa cómplice. Por supuesto que lo estaba escuchando, pero sería una historia que escucharía dos veces más en alguna otra ocasión.

—Por cierto, no te encontré anoche, ¿de qué ibas disfrazada?

—Me viste directo a los ojos en dos ocasiones pero no pudiste encontrarme —lo imitó con una sonrisa.

—Bien, vamos a empezar, no quiero que desperdicien todo su domingo encerrados en este salón —dijo ella, cruzando las manos sobre su regazo—. Creo que es justo que empecemos por aclarar cualquier duda que puedas tener, Julie.

—Bien, eh... ¿Cuántos de nosotros hay en el mundo? —Laura no pudo evitar sonreír.

—No tenemos un conteo exacto.

—¿En esta escuela?

—Solo nosotros tres. La magia ya no es tan común, por eso preservarla es una de nuestras prioridades.

—¿Se hereda genéticamente? —ella asintió—. ¿Cómo pueden preservarla?

—Pasando el conocimiento a las generaciones que tienen el don.

—¿Hay alguna clase de escuela? —la mujer soltó una risa ligera.

—No, pero mucho de eso es porque no somos suficientes. Nos reunimos en grupos, la mayoría de las veces exclusivamente familiares, y estudiamos a través de libros ancestrales que han pasado de generación en generación, llenos de información y hechizos familiares.

—¿Todos son diferentes? —la mujer asintió.

—No hay dos hechizos iguales, aunque a veces no de esa impresión.

La Heredera (1) El Misterio del CastilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora