12

1K 59 2
                                    

Ethan

Lo que menos necesitaba era una maldita celebración.

Mi madre había insistido por días para que fuera a casa, según ella, yo necesitaba divertirme y celebrar mi cumpleaños. No quería fiestas. No quería compañía, solo quería estar solo.

Llevaba dos semanas con un humor de los mil demonios, había logrado desquitarme en la corte ganando dos casos importantes aunque también, mis compañeros del bufete lo habían pagado. Incluso mi secretaria se comportaba con mucha cautela a mí alrededor.

¿Y cómo no estar de mal humor?

Me había rechazado.

¡ME HABÍA RECHAZADO!

Felicidades Ethan, eso te ganas por exponer tus malditos sentimientos como si fueras una chica ante una mujer que es más que obvio que no te quiere lo suficiente como para dejar todo atrás.

Me lo repetía todo el tiempo.

Pero por más que buscaba una explicación a su comportamiento…simplemente no lo entendía. Estaba furioso. No quería saber de nada y no quería ver a nadie.

Me sentía como un completo y total estúpido por haber creído en una mujer que por segunda ocasión me había alejado.

¿Cómo era posible que Liv pudiera olvidar todo ese fin de semana que habíamos pasado juntos? ¿Cómo era posible que no le importara las cientos de veces que le repetí cuanto la amaba? ¿Cómo era posible que prefiriera trabajar todo el tiempo que permitirme cuidar de ella?

Sin importar cuantas veces me hiciera las miles de preguntas que bombardeaban mi cerebro, no tenía respuestas.

Estaba furioso.

Molesto.

Irritado.

Y muy decepcionado.

Sin importa cuántas veces le suplicaba y le decía que ella no tenía por qué aceptar esa vida, Liv defendía a su padre. Me sentí impotente al ver su mirada llena de indignación cuando le dije todo lo que me había guardado por años.

Sé que no debí gritar y mucho menos insultar a su familia, pero no pude contenerme. ¿Y el resultado? Liv me había dejado y esta vez para siempre.

No quise contestar a las preguntas de mi familia tras regresar a Chicago. No quería y definidamente no podía. Así que, durante el viaje hacía Michigan tuve que crear un escenario donde la desaparición de Liv de mi vida no fue tan…llamémoslo dramático.

Era frustrante tener que mentirle a mi propia familia, pero no quería que ellos se decepcionaran de ella como lo había hecho yo.

Cuando vi el estúpido letrero que me daba la bienvenida a casa, me detuve y cerré los ojos. ¿Y que se supone que haría ahora? Toda mi vida se había basado en un solo propósito. Encontrar a Liv y tener una vida a su lado.

Suena patético

Lo sé.

Pero ese era mi plan.

Se supone que son las mujeres las que sueñan con esas cursilerías, no nosotros. Se supone que son ellas las que lloran por los hombres, no nosotros. Se supone que ellas son las que tienen que enamorarse perdidamente, no yo.

Y es horrible. Me siento impotente. Y lo peor, el maldito dolor que sentí por años en la boca del estómago se ha intensificado. Siento como si no pudiera respirar, siento como si cada segundo que pasa el dolor aumentara y aunque suene estúpido, siento como si no tuviera ninguna razón para seguir con mi vida.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora