Largo Martes de Pesadumbre

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La triste Princesa Tarakanova, seducida y arrestada por Orlov, y encerrada hasta su muerte por tuberculosis, fue pintada en 1864 por Konstantin Flavitsky. Supongo que nunca he estado en peligro de sufrir la misma suerte, pero te aseguro que lo he pasado fatal, tan desesperada como ella.

Sigue mi historia desde la entrada anterior pero, como ya era madrugada, la titularé Largo Martes de Pesadumbre. Lo siento, lo hubiera escrito todo de seguido anoche, pero estaba agotada. Además, temo que mis entradas sean demasiado largas siempre, y que pueda desalentar a alguien de leerlas. Me disculpo de antemano, pero es que no puedo evitarlo: tengo demasiadas cosas que contar.

Retomando esa larga noche del lunes al martes, te diré que me quedé sola y a oscuras en aquel sótano frío que olía a muerte. Es verdad que me acostumbré pronto a esa negrura, al menos lo suficiente como para tener localizadas las escaleras, con la trampilla en lo alto. Estaba cerrada, claro. Recordé el pestillo que tenía, bastante resistente.

El móvil me ayudó también un poco, a la hora de orientarme; no llegaba a ser una linterna pero emitía suficiente luminosidad. Pude usarlo para echar un vistazo completo al lugar. Me había olvidado de los dos cadáveres que había en un rincón, a punto estuve de dejar caer el teléfono al verlos, pudriéndose, cubiertos ya de insectos, las entrañas reventando al descomponerse, liberando gases y fluidos inmundos. Vomité, sin poder contenerme. Cogí unas cajas rotas, que habían servido de camas a los otros secuestrados, y los cubrí como pude. Tenía que olerlos y no podría olvidar que estaba allí, cierto, pero prefería no volverlos a ver, jamás.

Lo único bueno fue que, en una vieja mesa de herramientas cubierta de trastos, encontré una lámpara de queroseno, algunas velas y un mechero medio oxidado. Qué cosas, jamás me he alegrado tanto de encontrar algo así. Rápidamente, encendí una de las velas y guardé el resto. Aquello no daba mucha luz, pero pensé que mejor racionar de salida, por si acaso. Dudaba de que allí dentro pudiese diferenciar entre día o noche y a saber cuánto tiempo iba a permanecer encerrada.

- Igual no me encuentran nunca... - susurré, aunque mi voz pareció retumbar en aquel silencio.

Tonterías: si la cosa iba mal, podía usar medios más expeditivos, como pegarle fuego a la trampilla con el queroseno, por ejemplo; seguro que algo conseguiría, aunque sólo fuese acabar asfixiándome, o abrasada. Y también estaba el móvil, aunque en esos momentos dijera que no tenía cobertura. Popov había dicho que no funcionaría durante la primera hora...

Pero, sobre todo, tenía esperanzas de poder usar su Nuiz, el que, supuestamente, tenía yo ahora, para escapar de allí.

El problema era que... pff a saber de qué iba. No me sentía distinta, aunque eso era algo habitual, no solía ocurrirme nunca, no notaba diferencias, ni siquiera cuando vampirizaba a Rolando o a Beatriz. Probé a concentrarme, a ver si podía ponerme en contacto telepático con alguien. Nada. No emití energía, como cuando tenía el de Rolando. No pude abrir la trampilla empujando con alguna clase de super-fuerza.

No conseguí ver en la oscuridad. No pude escuchar nada a lo lejos. No me hice hielo, ni me hice de fuego, ni me disolví en agua. No me teleporté.

- Vaya mierda... - maldije, apoyada en la pared, aburrida y cansada de tanta prueba. Y desesperada. Me deslicé hacia abajo, hasta sentarme en el suelo. Me froté el rostro con las manos, me tiré de los pelos. Vaya mierda, sí. Allí estaba, atrapada, impotente...

Confieso que, a pesar de todo, me quedé dormida. Tienes que entender que me sentía totalmente agotada por el largo día y por los nervios, por el trauma vivido con el asesinato de mi padre, el secuestro... Es casi seguro además que sufría un shock o alguna cosa de esas, me encontraba mental y físicamente extenuada. La cuestión es que me quedé dormida, cosa de un par de horas, quizá algo más. El suelo era tierra áspera y fría y me desperté con calambres.

REBECA GOYRI. Asomándome al mundo, por si te veo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora