Viernes de Más Recuerdos Lejanos

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Psyche Opening the Door into Cupid's Garden, pintado en 1905 por el gran John William Waterhouse. Así me imagino a Carmen, asomándose a aquel jardín. Incluso se vislumbra, al fondo, una glorieta blanca.

Este relato continúa desde la entrada del miércoles, MIÉRCOLES DE RECUERDO LEJANO.

Lo primero que hizo mi padre, cuando inició su investigación sobre lo que le había contado Carmen, fue pedir toda clase de información sobre la casa, pero poco pudo conseguirse. Todo parecía muy normal: sus últimos propietarios vivieron allí durante los años veinte, pero se habían marchado sin dejar ningún rastro.

Como no quiero, ni debo, dar datos que pudieran perjudicar a otros, los llamaremos los Garmendia.

Anton Garmendia había estudiado Derecho en la Universidad de Deusto, como mi padre, y tenía un despacho en la Gran Vía. Vivía con su esposa, Olivia, y con sus tres hijos, todos menores de quince años, en esa casa del Campo Volantín. Eran reconocidos anfitriones de fiestas, habituales de la Sociedad Bilbaína, objeto de más de un artículo de los periódicos de la época. Mi padre dijo que los vio, en muchas fotos. Una pareja joven, atractiva. En alguna, salía también los niños y en muchas también un primo de Olivia, sacerdote, que debía pasar largas temporadas con ellos. Podemos llamarlo padre Iñigo.

De pronto, silencio.

Mi padre no encontró nada más, ni sobre Anton Garmendia ni sobre su familia, a excepción del padre Iñigo, que murió años después en un convento. Llegó a la conclusión de que, quizá por culpa de la guerra civil, huyeron a otro país cortando totalmente amarras o, en el peor de los casos, terminaron encarcelados y posiblemente fusilados contra el muro de algún cementerio. A saber.

Sea como fuere, la casa quedó vacía, pasó a propiedad publica y había quedado relegada al olvido. Ahí estaba, a la espera de que algún funcionario decidiera qué hacer con ella.

Fue durante los primeros días de aquella investigación que se le acercó un hombre del que mi padre no quiso darnos el nombre. Me referiré a él por Adán, el primero, puesto que sin duda era la cabeza visible de una organización importante. Lo que le dijo a mi padre le hubiese parecido puro delirio de no ser por lo que le había contado Carmen. Según Adán, se habían detectado los signos de un Edterran en Bilbao y se sabía que estaba avanzando muy rápidamente hacia la definitiva apertura del portal, para permitir el paso de su Amo. Él formaba parte de un equipo de hombres decididos a pararlo, y luchaban contra otro grupo, fanáticos, sectarios, que pretendían facilitar la entrada del Amo. Su jefe era un ruso llamado Vladimir Popov. Volodia, para los amigos.

Mi padre le conocía, claro. Era el jefe de la delegación rusa que se encontraba en Bilbao simulando estar interesada en distintos negocios, la mencioné ya el otro día.

Visto lo visto, a mi padre no le quedaban muchas alternativas. Además, sentía que se lo debía a Carmen. Por eso, durante algún tiempo, colaboró en secreto con Adán y su grupo, recabando datos de la gente de Popov y hasta participando en algún que otro ritual mágico. Frente a Popov y los demás, disimuló todo lo que pudo y descubrió que se le daba bien el espionaje. Yo misma hubiera podido asegurárselo, sin problema. Siempre tuvo horchata helada por sangre, cómo no iba a poder mantener el tipo ante los sectarios...

Mientras contaba esas cosas, recordé un momento, una de esas noches que bajé la escalera de mi casa y no se escuchaba ópera en el despacho. Oí hablar a mi padre con alguien, un hombre. La puerta se abrió repentinamente. Tanto, que no me dio tiempo a ocultarme. Un desconocido alto y moreno, que me pareció guapísimo, salió del despacho y me vio.

- ¿Qué haces ahí, маленькая фея? -preguntó, pronunciando "malenʹkaya fyeya", "pequeña hada". En lo sucesivo pondré la transcripción únicamente, lo del cirílico me parece un exceso. Pienso que son las palabras que utilizó, yo no lo recuerdo, claro, pero le pregunté a mi padre, y dijo que era algo así. Creo que es la primera vez que me ruboricé ante un hombre y eso que tenía siete años. Pero es que tienes que entender que Volodia Popov era guapísimo y sentí que el corazón me daba un brinco cuando, revolviéndome el pelo, añadió - Eres preciosa, devushka.

REBECA GOYRI. Asomándome al mundo, por si te veo...Where stories live. Discover now