"Los caídos" libro 4 de la saga "Todos mis demonios", cap. 25.

1.7K 85 9
                                    

25. Qué salvarías.

- Comienza a hablar demonio.

Gabriel se plantó junto a nosotros.

Vicente alzó la cabeza y lo miró. Mis ojos siguieron el movimiento de su perfil; me parecía increíble volver a tenerlo frente a mí, tan cerca, luego de tantos días. La perfección de sus facciones todavía continuaba maravillando, no podía creer que este hombre fuese mío y que así, sin más, yo lo hubiese echado a perder. Sí, sin duda los dos habíamos cometido errores, pero solamente por mi boca puedo hablar, y sé cuánto me pesan, cuanto han cargado en mi conciencia. Amarlo había sido un regalo del cielo, un modo de estar más cerca del cielo y en algún punto me jacté de su amor, de nuestra relación. Huí en vez de pelear, callé en vez de discutir lo que debía ser hablado.

- No sé qué es lo que ustedes saben, me figuro que deben estar al tanto de que distintas fuerzas están dando rienda suelta a sus miembros. No hay nada declarado oficialmente, no al menos hasta lo que yo logré averiguar, mas es imposible de ocultar que lo que sucede ya no tienen nada que ver con sostener el balance.

En cuanto pronunció aquella palabra clave se me crisparon los nervios. Vicente sabía mucho, mucho más de lo que yo imaginaba.

No sé si fue porque sintió mi mirada clavada en él o por qué, se dio la vuelta y me vio con esos hermosos ojos grises que tenía.

- ¿Sabes de qué hablo?

- Hay demonios y Nefilim siguiéndome.

Asintió con la cabeza.

- Antes vivíamos como dentro de un baile de máscaras donde nadie quería revelar su verdadera identidad, ahora poco a poco las máscaras comienzan a caer. Me da miedo pensar lo que suceda cuando ya nadie se oculte detrás de una máscara. Lo único que pretendo salvar de este mundo es a ti, tanto los Nefilim como los demonios pueden arrasar con todo, no me importa mientras tu estés a salvo-. Me miró directo a los ojos- hubiese dado cualquier cosa por terminar con esto antes de que tú te enterases de lo que sucedía.

- No puedes protegerme de todos ni de todo.

- Desearía poder, a eso me comprometí cuando di mis votos matrimoniales.

- Ni siquiera un hombre común y corriente podría hacerlo. Tú has logrado más que eso.

- Demonio, no eres un ángel. No creo que simplemente deseases protegerla. Los actos cometidos por ti antes de…

Vicente no le permitió terminar.

- No te conté sobre la existencia de los ángeles, de hecho los negué cuando me peguntaste sobre ellos porque todos los demonios que conocen su existencia acaban mal y de modo alguno quería que eso te sucediese a ti.

- ¿Cómo conociste su existencia? La última vez hablaste de Ciro, de París.

Vicente me contempló un momento en silencio, luego espió en dirección a Gabriel. Volvió sus ojos a mí, inspiró hondo y despegó los labios para comenzar a hablar.

- Fue durante una de mis visitas a la sede, en las afueras de París. De hecho fue un accidente, no se suponía que debiese ver lo que vi-. Hizo una pausa para enderezar la espalda y pasarse ambas manos por el cabello. Al alzar los brazos en su rostro quedó plasmada una mueca de dolor. Si bien se mantenía en pie, se notaba que a todas luces, sus fuerzas eran pocas-. Esa noche en casa de Ciro…en ese lugar en el que lo conociste, se celebró una fiesta. Allí es común que los demonios se reunían para disfrutar de fastuoso festines, más esa noche había algo distinto en el aire. No era solamente un festejo más. Todos se mostraban muy entusiastas y desinhibidos. Felices hasta el hartazgo diría yo, tanto que resultaba empalagoso, repugnante. Pese a que no era más que un demonio todavía muy joven, en comparación con los demás, se me permitió participar del evento, eso se debió a que desde un primer momento, Ciro siempre sintió cierta debilidad por mí. Creo que no pasaron ni dos horas desde el momento en que nos conocimos hasta que básicamente me ofreció lo máximo a lo que un demonio puede aspirar en esta tierra. En fin, el caso es que creo que pese a toda la pasada entre nosotros, Ciro todavía quería que fuese su pupilo, que me quedase con él para así enseñarme todo lo que tenía para mostrarme; aquello me granjeó un lugar en el fastuoso evento en el que sobraba comida, bebida y lujuria. Nunca antes, y tampoco nunca después, volví a presenciar algo semejante. Fue lo más sórdido que haya experimentado jamás-. Bajó los ojos-. Fue una noche de locura y excesos.

"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora