"Los caídos" libro 4 de la saga "Todos mis demonios". Capítulo 2

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2.      Uno de los nuestros.

Echando antes un vistazo en dirección a los ascensores (no quería ser sorprendida haciendo esto) presioné la manija de la puerta. La lucecita de la cerradura electrónica se puso verde sin necesidad de insertar la tarjeta en la ranura.

Es una tontería, pero no creí que aquello de abrir puertas sin necesidad de llaves, funcionase también con las cerraduras electrónicas de los hoteles. Aprendí el truco en mi luna de miel; habíamos salido a dar un paseo nocturno por la playa y a nuestro regreso, nos percatamos de que ninguno de los dos se había preocupado por llevar la llave del cuarto. Con un gesto previo muy parecido al que yo acababa de ejecutar -y el cual dicho sea de paso, sobraba, pasaban de las tres de la mañana y el hotel entero parecía dormir- Vicente se había ocupado de abrir la puerta, dejándome boquiabierta.

Calada de frío hasta los huesos y con unas ganas locas de acurrucarme contra su pecho, empujé la puerta.

La amplia estancia de la habitación me recibió en penumbras.

Percibí su perfume antes de ver su rostro aparecer por el hueco de la puerta que da a la habitación propiamente dicha. La sensación me embriagó por completo todos mis sentidos dispersándose por mi cuerpo para eliminar el frío glaciar del exterior.

Iba en ropa interior y su cabello estaba húmedo. A la luz de los veladores, su cuerpo se veía increíblemente bien. Jamás me acostumbraré a verlo a él con estos ojos, desde que cambié me parece todavía más perfecto, y saber que nos pertenecemos el uno al otro continúa semejándome un sueño. Uno increíblemente bueno y placentero, valga la pena aclarar.

Vicente me escrutó de pies a cabeza poniendo cara de horror.

- ¿Qué fue lo que te…?- se puso pálido-. ¿Estás bien?

En dos trancos llegó a mí.

- No es nada.

- No, es sangre-. Estiró un brazo y metió dos de sus dedos por la rasgadura de la tela de mi abrigo-. Tú sangres- acotó agitando los dedos entre mi camisa y el interior del abrigo-. ¿Quién e hizo esto? ¿Fue humano o demonio? ¡Te lo repetí una docena de veces, tendría que haber ido contigo! Por qué siempre eres tan cabeza dura. No tendría que haberte hecho caso ¿Te dolió, curaste pronto?, ¿todavía te duele?

Negué con la cabeza. - Dolió pero ya no, estoy bien, no fue nada. No hay mucho que un humano con una daga pueda hacer. Además, no fue por completo su culpa.

- Qué, eso qué significa, no entiendo nada.

- Necesito quitarme la ropa, estoy pegajosa y helada a causa de la sangre.

Vicente desenroscó la bufanda de alrededor de mi cuello, pero no me la quitó, con ésta, tirando de mi cuello, me atrajo hacia él. A causa de los tacos altísimos que llevaba yo, quedábamos prácticamente a la misma altura. Bueno, no del todo, en realidad la diferencia solo se había acortado unos diez centímetros, él, descalzo aún era unos cinco centímetros más alto que yo.

- Te extrañé. Me tenías muy preocupado. Y por la mueca que llevas en el rostro adivino que no te fue del todo bien; incluso sin sangre de por medio, lo habría adivinado.

Me prendí de su cuello.

- ¿Tan malo fue?

- Tiene todo lo necesario para ser uno de los nuestros.

- Gaspar tenía razón.

- Es más que eso-. Le di un rápido beso sobre los labios conteniendo el reclamo a gritos de mi boca, la cual deseaba perderse en la de él-. Necesito quitarme esto.

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