"Los caídos" libro 4 de la saga "Todos mis demonios", cap. 17

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17.  La debilidad de la carne.

Apagué el motor. Permanecí sentada frente al volante pensando en cómo volver a sacar el tema de los ángeles sin provocar una discusión, sin ir al choque. Vicente había dejado claro que no le agradaba discutir sobre el tema, tendría que encontrar un modo de hacerle entender que ese tema no era más, un secreto guardado bajo siete llaves, y que, de hecho, ahora era una realidad dentro de la cual vivíamos los dos por más que fuese algo que ninguno de los dos se atrevía a pronunciar en voz alta.

- Del modo que sea, debes decírselo. Quedó comprobado que entre nosotros dos, cuando se trata del cielo y el infierno, los secretos y omisiones no dan buen resultado.

Saqué las llaves del encendido y abrí la puerta. Junto con el aroma a pizza, llegó hasta mí el ritmo alegre de música, que al igual que el exquisito perfume de la masa recién horneada, provenía de la puerta de la cocina abierta de par en par.

La música sonaba a todo volumen.

El ambiente festivo no condecía demasiado con mi estado de ánimo, así y todo me dispuse a aguantar dentro de mí, la charla, de todos modos no sería conveniente soltar mi encuentro de recién delante de Anežka; esperaría hasta que ella se fuese a la cama.

Procuré poner mi mejor cara y emprendí el ascenso por las escaleras.

La escena que presencié ni bien alcé la cabeza, descolocó todas las funciones de mi cerebro.

La mesa estaba bellamente puesta. Mantel rojo y blanco a cuadros, platos, cubiertos, servilletas rojas, un par de botellas de cerveza, la tabla de madera que esperaba la pizza. Vicente y Anežka bailando al otro lado de la mesa frente al horno.

¿Vicente bailando? Fue como ver una alucinación, una imagen de lo más bizarra, algo que sabes que no sucederá jamás…sin embargo estaba sucediendo.

Anežka tenía una botella de cerveza en la mano, Vicente también; de sus manos libres estaban tomados, él la hizo girar en el lugar, ella soltó una carcajada.

No puedo describir lo que esa carcajada me hizo sentir. Mi temperatura corporal debe haberse incrementado en nos cien grados al menos. Me sentí estúpida, ridícula, furiosa, en extremo celosa, al mismo tiempo una punzada fría atravesó mi pecho. Empeoré todavía más cuando Vicente puso una mano sobre su cadera…

- ¡Eliza!

Los ojos de Anežka se cruzaron con los míos. Fue ella la primera en notar mi presencia.

Vicente quitó de inmediato su mano, pero para mí aquel movimiento transcurrió en camara super lenta.

Agradecía el hecho de que su relación con Anežka hubiese pasado de siquiera poder acercársele a reír con ella, mas esto… ¿eran celos enfermizos o él exageraba en familiaridad con que la tocaba y la miraba? Cuando yo todavía era humana a él le costaba horrores, tocarme suponía todo un desarreglo en su sistema. Las relaciones de demonios con humanos ponía en evidencia la debilidad de la carne, y no me refiero solamente al sentido estricto de aquellas palabras ya que nosotros como demonios éramos básicamente indestructibles, si no a la debilidad que fomenta la tentación del cuerpo.

- Regresaste-. Vicente se hizo a un lado con un movimiento brusco-. No te oí llegar.

- La música suena a todo volumen, ha de ser por eso.

Sin decir una palabra, Anežka salió de la cocina, lo que sonaba era el equipo de música del living.

- Si lo que te ha puesto furiosa fue…- comenzó a decir acercándoseme.

"Los caídos" cuarto libro de la saga "Todos mis demonios".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora