Capítulo XX.

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Erik


Desde que trabajo en el CADILLAC, he temido a las pequeñas reuniones que tienen lugar en la bodega con la finalidad de celebrar el aniversario del bar.

El dueño cree que nos une como equipo de trabajo y que es una manera de reconocernos porque, según él «Somos los engranajes que hacen funcionar el lugar, y mientras exista un gran ambiente entre todos, seguirá funcionando bien», y aunque estoy de acuerdo en eso, los brindis son algo de lo que no me gusta ser parte, no porque odie el alcohol o no quiera convivir con mis compañeros de trabajo, sino porque luego de estar tantas horas detrás de la barra preparando cócteles, lo último que deseo es un trago.

Así pues, cuando mi turno terminó, el encargado nos reunió a todos en la bodega. Como Kiara apenas llevaba unos meses trabajando, se pegó a mí y me preguntó si yo tenía alguna idea de lo que quería, por lo que tuve que explicarle este ritual que se llevaba a cabo cada año. A ella le pareció una idea divertida, dijo algo como «A nadie se le niega un buen trago» y quise contagiarme de su buen ánimo.

No obstante, cuando estuvimos todos reunidos en torno a una mesa llena de tarros de cerveza que habían puesto los chicos que trabajan en la bodega, comencé a replantearme la idea de quedarme, sobretodo porque no había comido nada desde esta mañana; recibir mis resultados de los exámenes me había quitado el apetito desde hace días porque, aunque por fortuna no repetiré el semestre, lo cierto es que mis notas no fueron lo que yo esperaba.

Las calificaciones apenas aprobatorias no se ven bien en un universitario. Hacen parecer que es por pura suerte que vas a graduarte, y ahora que Canaán ya no va a ser mi tutor —por todo lo que pasó— tengo que buscar otra forma de mejorar mi promedio.

Como sea, cuando estoy en el trabajo tengo que dejar mis preocupaciones escolares en otro lado, así que hice el esfuerzo de animarme durante la reunión de celebración, la cual no duró mucho porque algunos tenían que regresar a trabajar, por lo que el encargado y el dueño solo dieron un breve discurso que concluyó con un brindis. Tuve que beberme hasta la última gota del tarro de cerveza que me había tocado, que no era suficiente para emborracharme, pero mi estómago vacío no lo recibió nada bien.

Cuando salí, en lugar de correr a mi casa tuve que quedarme varios minutos afuera; estaba muy mareado y me dominaban las ganas de vomitar. No esperaba, por supuesto, encontrarme a Canaán afuera.

Sabía que había venido al bar; lo vi cuando llegó con Zack y cuando estuvo conversando por varios minutos con una chica rubia, pero debido a la hora, no creí que seguiría aquí.

Absenta.Where stories live. Discover now