Desde hace mucho tiempo, Canaán ha tenido certeza de tres cosas. La primera: su familia no es, en absoluto, tradicional. La segunda: le gusta Jessica. Y la tercera: detesta a Erik Daaé desde el preescolar.
Ninguna de esas tres cosas parecía tener re...
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Canaán
Sé que puedo ser impulsivo.
Vaya que lo sé, pero incluso esto, el llegar a este momento... es como si me hubiese superado a mí mismo.
La relación entre Erik y yo había estado tan fracturada que el simple hecho de verlo como mi amigo resultaba, en pocas palabras, imposible. Tener que convivir con él era lo equivalente a una tortura, porque justo así como soy de impulsivo, tengo el terrible defecto de ver un pequeño problema como algo enorme... Y para mí, Erik era un problema.
No podía detestar nada más que tener que sentarme junto a él durante dos horas, y cuando lo miraba, solo pensaba una sola cosa: «Es un imbécil», pero luego, tener que convivir con él me demostró que Erik Daaé es muchas cosas, e «imbécil» no es una de ellas.
Si pudiera regresar un par de semanas atrás, haría un análisis de cómo llegué al punto de ser capaz de confesarle esta sensación que he tenido desde niño, algo que no había hecho ni siquiera con mis amigos. Analizaría como yo, que no quería ser su tutor y que lo rechacé tantas veces, terminé ofreciéndome a enseñarle italiano y a hornear galletas. Reflexionaría sobre cada uno de los momentos que me llevaron a este instante, tan cerca de él... A sentir que su presencia en mi vida representaba algunas cosas, menos molestia, o incomodidad.
Ahora que estamos tan cerca, puedo percibir mejor su suave aroma a almizcle acariciando la punta de mi nariz, puedo sentir su respiración tan calmada, y mi corazón comienza a acelerarse tanto que duele.
¿Qué demonios estoy intentando hacer? Es lo que debería preguntarme ahora mismo, pero no tengo tiempo para cuestionarme nada porque me siento completa y absolutamente dominado por este momento.
Hago el amago de acercarme más, solo un poco más... La imagen de mi sueño, de él y yo besándonos, se atraviesa fugazmente en mi mente. No puedo creer que esté pasando, no puedo creer que esté haciendo esto.
No obstante, antes de que mis labios rocen los suyos, Erik gira la cabeza bruscamente para apartarse de mí y parpadeo, sorprendido, pasmado, como si una ilusión se hubiese hecho pedazos frente a mí.
Erik empieza a revolver las hojas de colores que están a su lado, como si buscara algo.
— ¿Erik?
Se aclara la garganta antes de responderme; no sólo sus mejillas están rojas, toda su cara lo está, y puedo notarlo por el tono carmín que tiñe hasta sus orejas. Se ve contrariado, incluso puedo decir que algo asustado.
—Tenía... algunas dudas con esto. Olvidé mencionarlo — me muestra una hoja de color verde; está algo arrugada, y mi letra luce más terrible de lo que es.
