Capítulo 39

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Poché.

Los sucesos que podrían arrastrarte hasta el lodo, y tú lo único que podías hacer era aferrarte a la orilla con manos, pies, uñas que tal vez perdias en el proceso por querer escapar, lograban sacar hasta la fuerza más desconocida en ti, marcándote para siempre.

Cuando conocí a Samantha, jamás creí que ella sería la persona que más daño pudiera traer a mi vida, nunca lo pensé, nunca lo visualice y de haberlo hecho, hubiera hecho hasta lo imposible por nunca conocerla.

Jamás estuve al borde de la muerte, pero todo lo que había pasado se sintió cómo si me hubiera topado con el mismo rostro de esta, y ahora que veía cómo la vida de alguien se iba entre mis brazos, parecía que la muerte estaba intentando cobrarse con alguien más lo que no pudo conmigo.

— No te vayas, resiste. — murmuré.

— Tengo frío.

La lluvia aún caía sobre nosotras, y solo podía ver cómo el cuerpo entre mis brazos temblaba con fuerza.

— Es bueno verte. — Maia esbozó una sonrisa que se reemplazó por una mueca de dolor. — Me temo que tendrá que buscar otra abogada, señorita Garzón.

— No digas eso, te vas a poner bien. — repliqué apretando la herida de su abdomen. — ¿Me escuchas? Vas a ponerte bien, tienes mucho que vivir, Maia.

Alcé mi vista y agradecí cuando las sirenas de las patrullas se acercaban al igual que una ambulancia, quedando cerca de nosotras.

— María José.

Observé a Maia y ella tosió con fuerza, soltando un quejido de dolor.

— Si no salgo de esta. — tomó una bocanada de aire. — Dile a Liz que iba a intentar-

En ese momento sus ojos se cerraron, su cabeza se echó hacia atrás quedando inconsciente.

— Maia. — mencioné tomando su rostro. — No espera, díselo tú, por favor. — supliqué sintiendo las lágrimas perderse con las gotas de la lluvia en mi cara. — Maia, despierta, ya viene la ayuda... ¡Maia!

Todo pasó de manera rápida.

Bajo la lluvia, dos paramédicos con una camilla se acercaron a mí para quitar el cuerpo de Maia de mis brazos, la subieron a esta poniendo una mascarilla en la cara dándole oxígeno.

— ¡La perdemos!

— ¡Empieza las compresiones de pecho!

Uno de los paramédicos se subía a la camilla para empezar a dar los compresiones de pecho, el otro llevándose a Maia hasta la ambulancia.

Me puse de pie observando mis manos llenas de sangre.

Todo pasaba en cámara lenta, patrullas, oficiales, el ruido de la lluvia combinado con las sirenas, la ambulancia a lo lejos y cómo un oficial se acercaba a mi preguntándome cosas que no podía siquiera escuchar.

Me alejé de él para caminar hasta la ambulancia y en ese momento miré a Liz con Antúa corriendo hacia mí, al ver mis manos se detuvieron en seco, negué y parecieron aliviarse al ver a Calle.

Sin embargo Liz al girar la vista hasta la ambulancia se quedó congelada, esta cerrando las puertas para finalmente irse con Maia en ella.

Lo único que vi fue cómo se aferró a Antúa quién la abrazó.

Salí de mi trance al ver a alguien poniéndose enfrente de mí, tragué grueso y sus ojos atraparon los míos, sentí sus brazos rodearme.

— Estoy aquí. — susurró en mi oído.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora